lunes, noviembre 06, 2006

Robert Musil

Una pequeña estación de ferrocarril del tramo que conduce a Rusia.
Entre los guijarros amarillos corrían, rectas e interminables, cuatro cintas de hierro paralelas en ambas direcciones. Junto a cada una de ellas, como una sucia sombra, la oscura raya del suelo quemado por las locomotoras.
Por detrás de los edificios bajos, pintados al óleo, de la estación, una ancha calle desgastada subía hasta la plataforma del ferrocarril. Sus aceras se perdían en el apisonado terreno que las bordeaban y sólo se las reconocía por dos hileras de acacias que, tristes, se levantaban a ambos lados, con sus agobiadas hojas ahogadas por el polvo y el hollín.
Las exhalaciones de la cansina luz de la tarde hacían que estos tristes colores fueran aún más pálidos, más débiles: los objetos y las personas tenían algo de indiferente, de inanimado, de mecánico, como si hubieran salido del escenario de un teatro de títeres. De cuando en cuando, a intervalos regulares, el jefe de la estación salía de su oficina, miraba con la misma inclinación de la cabeza las anchas vías hacia la casilla del guarda, que seguía sin anunciar la proximidad del tren rápido que en la frontera había sufrido un gran atraso, sacaba luego el reloj de bolsillo, siempre con el mismo movimiento del brazo, meneaba la cabeza y volvía a desaparecer, así como aparecen y desaparecen las figuras de esos antiguos relojes de campanario cuando dan las horas.

Fragmento de Las Tribulaciones del estudiante Torless, de Robert Musil, nacido en Klagenfurt el 6 de noviembre de 1880.
El 6 de noviembre de 1940 nacía Clara Janés
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