jueves, marzo 30, 2006

La casa grande

Se cansaron de mirar el pueblo cerrado, muerto, que comenzaba frente a la estación. Después de unas horas ya no les importó: se agruparon alrededor de lo que conocían: de sus fusiles y morrales y de sus amigos; y ya no esperaron nada.
La distancia entre la estación y el cuartel era corta y la caminaron en silencio, por calles y por casas en silencio.
El cuartel era sucio y casi deshabitado. Entraron caminando hasta el patio central rodeado de arcos y de puertas, embaldosado de ladrillos rojos y frescos. Comenzaron a formar: dejaron caer los morrales a un lado y descansaron los fusiles al otro, se movieron hacia adelante, hacia atrás, con pasos cortos y seguidos, alineándose; luego, quietos, a discreción, se numeraron. Cuando dieron la orden de romper filas, ya sabían a qué puertas dirigirse y sobre qué canastos tirar los cascos y tender las mantas. Ya eran ellos mismos otra vez: ya habían recuperado su rutina.

Fragmento de La casa grande, del escritor colombiano Alvaro Cepeda Samudio, nacido en Ciénaga (Magdalena) el 30 de marzo de 1923.
El 30 de marzo de 1844 nacía Paul Verlaine.

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