domingo, abril 30, 2006

El caos y la noche

En Paris, y sin duda en otras partes, es una regla general que veinte años de conversación, de familiaridad, de atenciones, de intimidad o de una especie de intimidad con la esposa, la amiga, el amigo, la secretaria, el servidor, no lleguen a crear nada y no sean nada: en un instante se separan para siempre, como si nunca se hubieran conocido. Cuanto más se considera, más se ve que hay en esto algo extraño, algo que da que pensar.
Cada vez que hay separación sin que el dolor persista durante toda la separación, es que hay indiferencia, aunque se la adorne con cualquier color agradable. Esto no quiere decir que todo lazo paternal, filial, conyugal, amistoso, sea indiferencia; sino que es indiferencia, ya que no en la mayoría de los casos, al menos en una minoría casi igual a la mayoría.

Fragmento de la novela El caos y la noche, de Henry de Montherlant, nacido en París el 30 de abril de 1895.

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sábado, abril 29, 2006

Exilio

a Raúl Gustavo Aguirre
Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en que vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.

Exilio, poema de Alejandra Pizarnik, nacida en Buenos Aires
el 29 de abril de 1936.
El 29 de abril de 1863 nacía Konstantinos Kavafis

viernes, abril 28, 2006

Conjugación

Alguien debió entrar durante la noche y dinamitó el verbo. Por fortuna, según se desveló en un primer comunicado, no se trataba de uno de los verbos mayores, como poseer, dominar o triunfar. Era más bien un verbo cortito, chico, casi insignificante; obsoleto. Pero así y todo, quizá por pura rutina, a la mañana siguiente acudieron los académicos, con sus potentes linternas y sus PDA subvencionadas, para censar los destrozos, tomar las oportunas notas y emitir el dictamen correspondiente. La fachada no había sufrido grandes daños, por lo que la preocupación inicial se disipó en parte, dejando paso a una disimulada indiferencia.

El interior, sin embargo, estaba en ruinas. El presente de indicativo, en especial la primera persona, sólo podía conjugarse maquillándolo con abundantes adverbios y adjetivos, lo cual no impedía que se tambalease, pero le daba una apariencia aceptable, aun cuando a pesar del camuflaje resultara evidente su decadencia. (seguir leyendo)

jueves, abril 27, 2006

La extranjera

No era bueno quererla; por los ojos
le pasaban a veces como nieblas
de otros paisajes: No tenían
color sus ojos; eran
fríos y turbios como ventisqueros...

No era bueno quererla...
Adormecía con su voz lejana,
con sus palabras quietas
que caían sin ruido, semejantes
a escarcha ligera
de marzo en las primeras
rosas, sin deshojar
los pétalos...
.......................Alguien por retenerla
quiso hacer de toda su vida
un lazo...Un solo lazo fuerte y duro...
.......................Ella
con sus frágiles manos rompió el lazo
que era lazo de vida...

.......................(A veces, nieblas
de otro país pasaban por sus ojos...)

No era bueno quererla.

La extranjera, poema de Dulce Maria Loynaz,
fallecida el 27 de abril de 1997.
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miércoles, abril 26, 2006

Daniel Defoe

Verdad es que en el lecho del dolor es donde relaciones como éstas se miran con espíritu diferente y con ojos muy distintos de aquéllos con los que antes las habíamos visto. Mi amante había estado a las puertas de la muerte y al mismo borde de la eternidad y, al parecer, lo habían visitado un remordimiento auténtico y tristes consideraciones sobre su pasada vida de liviandad y amoríos, y entre otras cosas, sus pecadoras relaciones conmigo, que no eran otra cosa que una larga e ininterrumpida vida de adulterio, se le habían representado como lo que eran realmente, no como lo que anteriormente había pensado que eran, y ahora las miraba con justo y piadoso aborrecimiento.
Al mismo tiempo no puedo dejar de observar, y dejarlo aquí para aviso de las de mi sexo en casos tales de placer, que siempre que el arrepentimiento sigue a un pecado como éste, nunca falla que venga acompañado por el aborrecimiento hacia el ser que antes se amaba, y mientras mayor pareció ser anteriormente el afecto, mayor será, en proporción, el odio.

Fragmento de Venturas y desventuras de la famosa Moll Flanders, de Daniel Defoe, fallecido el 26 de abril de 1731

Robinson Crusoe, la obra más conocida de Defoe.
El 26 de abril de 1898 nacía en Sevilla el poeta Vicente Aleixandre

lunes, abril 24, 2006

Jorge Manrique

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Fragmento de las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, fallecido el 24 de abril de 1479.
El 24 de abril de 1980 fallecía Alejo Carpentier
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domingo, abril 23, 2006

Nabokov

NabokovLa manera que tenía el viejo Azureus de recibir a la gente era una rapsodia silenciosa. Inclinándose extáticamente, lentamente, tiernamente, tomaba la mano de uno entre sus suaves palmas, y la conservaba así, como si fuese un tesoro largo tiempo buscado, o un gorrión todo pelusa y corazón, en un húmedo silencio, mirándolo entretanto a uno con sus reverentes arrugas más que con sus ojos, y entonces, muy despacio, la sonrisa de plata empezaba a disolverse, las tiernas y viejas manos aflojaban gradualmente su apretón, una expresión vacía sustituía a la ferviente luz de su pálido y frágil semblante, y se apartaba de uno como si se hubiese equivocado, como si, a fin de cuentas, no fuese uno la persona amada..., la persona amada a la cual descubriría un momento después en otro rincón, y volvería a resplandecer la sonrisa, y sus manos envolverían de nuevo al gorrión, y de nuevo se desvanecería todo.

Fragmento de la novela Barra siniestra, de Vladimir Nabokov, nacido el 23 de abril de 1899

Primeros capítulos de Lolita
El 23 de abril de 1916 fallecía Miguel de Cervantes

viernes, abril 21, 2006

Mark Twain

Pero, al fin, con el correr del tiempo, Hadleyburg tuvo la mala suerte de ofender a un forastero de paso, quizá sin darse cuenta, de seguro sin ninguna intención, ya que Hadleyburg, totalmente autosuficiente, no se preocupaba de los forasteros ni de sus opiniones. Sin embargo, le habría convenido hacer una excepción, al menos en ese caso, ya que se trataba de un hombre cruel y vengativo. Durante un año, en todas sus correrías, no consiguió que se le fuera de la cabeza la ofensa recibida y dedicó todos sus ratos de ocio a buscar una satisfacción que le compensara.
Urdió muchos planes; todos le parecieron buenos, pero ninguno lo suficiente devastador: el más modesto afectaba a muchísimos individuos pero aquel hombre buscaba uno que castigase a toda la ciudad, sin que se escapara nadie.
Por fin tuvo una idea afortunada, y su cerebro se iluminó con una alegría perversa. Inmediatamente comenzó a maquinar un plan, diciéndose: Esto es lo que debo hacer: corromper a la ciudad.

Fragmento de la narración El hombre que corrompió Hadleyburg, de Mark Twain, fallecido en Nueva York el 21 de abril de 1910.

Las aventuras de Tom Sawyer en Wikisource
El 21 de abril de 1984 fallecía Manuel Mújica Láinez

jueves, abril 20, 2006

Bram Stoker

París tiene su vida nocturna además de la diurna, y el viajero que penetra en su hotel de la Rue de Rivoli o la Rue St. Honoré a última hora de la noche o lo abandona a primera hora de la mañana puede adivinar, al llegar cerca de Montrouge, -si no lo ha hecho ya antes- la finalidad de esos grandes carros que parecen como calderas sobre ruedas y que puede hallar pase por donde pase.
Cada ciudad tiene sus instituciones peculiares creadas para sus propias necesidades, y una de las más notables instituciones de París es su población de traperos. A primera hora de la mañana -y la vida de París empieza a una hora muy temprana- pueden verse colocadas en la mayoría de las calles, al otro lado de cada patio y callejón y entre tantos edificios, como todavía en algunas ciudades norteamericanas e incluso en partes de Nueva York, grandes cajas de madera en las que las criadas o los inquilinos de las casas vacían la basura acumulada del día anterior. Alrededor de estas cajas se reúnen y circulan, una vez llenas, escuálidos y macilentos hombres y mujeres cuyas herramientas del oficio consisten en un burdo saco o cesto colgado del hombro y un pequeño rastrillo con el cual remueven y sondean y examinan minuciosamente los cubos de basura.

Fragmento de El entierro de las ratas, de Bram Stoker, fallecido en Londres el 20 de abril de 1912.

Drácula, la obra más conocida de Bram Stoker, en Wikisource.
El 20 de abril de 1998 fallecía Octavio Paz

miércoles, abril 19, 2006

Lord Byron

¡Qué es la muerte! La muerte es el reposo...
cobarde, eterno, aborrecible... ¡Sea!
Serenos aguardémosla. Apuremos
la vida de la vida, y después venga
fiebre traidora o descubierto acero
implacable a romper su débil hebra.
Cobardes otros, de vejez avaros,
revuélquense en el lecho que envenena
dolencia inmunda, y el impuro ambiente
con flaco pecho aspiren y fallezcan
luchando con la muerte... ¡Oh, no a nosotros
fúnebre lecho de agonía lenta;
¡césped fresco es mejor...! Y mientras su alma
sollozo tras sollozo tarda quiebra
los nudos de la vida, de un impulso
sus ligaduras rompe y se liberta
osado nuestro espíritu. Sus restos
del blanco mármol de su tumba estrecha,
grabado por el mismo que su muerte
hipócrita anhelaba, se envanezcan:
Cuando sepulte el mar nuestro cadáver
le bastará una lágrima sincera,
¡una lágrima sola! Henchido el vaso
del alegre festín en la ancha mesa
honra de nuestros bravos la memoria.

Fragmento del poema El Corsario, de George Gordon (Lord Byron), fallecido el 19 de abril de 1824.
El 19 de abril de 2004 en Al_Andar...

lunes, abril 17, 2006

Ehrengard

Su senda bordeaba el lago de la montaña. De vez en cuando se detenía para dejar que sus ojos acariciaran el paisaje y su nariz aspirara el aire puro. Pronto habría concluido su paseo, y habría regresado una vez más de la melodiosa soledad del bosque y la ladera a la compañía de seres humanos que no siempre le comprendían. Tenía el oído fino, y ahora, no lejos, oyó voces, bajas, claras voces de mujer. Abandonó la senda y se abrió paso entre la maleza para ver a las que hablaban.
A veinte pies, a un nivel algo inferior al suyo, donde el lago se estrechaba y cerraba, se habían incrustado en la verde falda un par de escalones de piedra; allí se podía atracar una barca. Sobre los escalones había dos figuras femeninas, en las que, al cabo de unos segundos, Herr Cazotte reconoció a Ehrengard y a su doncella. Ehrengard estaba desvistiéndose, y la doncella recogía y doblaba sus ropas.

Fragmento de la narración Ehrengard, de Karen Blixen (Isak Dinesen), nacida el 17 de abril de 1885.
El 17 de abril de 1895 fallecía el poeta colombiano Jorge Isaacs

domingo, abril 16, 2006

Anatole France

Después de una noche que duró tres veces veinticuatro horas, rasgáronse de pronto las tinieblas y el santo varón descubrió en el horizonte una playa más resplandeciente que un diamante. Aquella playa fue aumentando por momentos. A la claridad glacial de un sol inerte y bajo, Mael vio alzarse por encima de las olas una ciudad blanca, de calles silenciosas, la cual, más vasta que Tebas la de las cien puertas, extendía hasta perderse de vista las ruinas de su foro níveo, sus palacios de escarcha, sus arcos de cristal y sus obeliscos irisados.
Cubrían el Océano témpanos flotantes, en torno de los cuales nadaban hombres marinos de ojos claros y ariscos. Leviatán, a su paso, lanzó una columna de agua hasta las nubes.
Entretanto, sobre una mole de hielo que avanzaba a la par de la barca de piedra, hallábase recostada una osa blanca y tenía a su hijuelo entre los brazos. Mael oyóla murmurar suavemente este verso de Virgilio: Incipe parve puer, y, sobrecogido por la tristeza y la turbación, lloró.

Fragmento de La isla de los pingüinos, de Anatole France, nacido en París el 16 de abril de 1844.
El 16 de abril de 1972, fallecía el escritor japonés Yasunari Kawabata

sábado, abril 15, 2006

Sartre

No los escucho más: me irritan. Se acostarán juntos. Lo saben. Cada uno sabe que el otro lo sabe. Pero como son jóvenes, castos y decentes, como cada uno quiere conservar su propia estima y la del otro, como el amor es una gran cosa poética que es preciso no espantar, van varias veces por semana a los bailes y a los restaurantes a ofrecer el espectáculo de sus pequeñas danzas rituales y mecánicas...
Después de todo, hay que matar el tiempo. Son jóvenes y robustos, todavía tienen para unos treinta años. Entonces no se dan prisa, se demoran y no están equivocados. Cuando se hayan acostado juntos, habrá que buscar otra cosa para ocultar el enorme absurdo de la existencia. Con todo... ¿es absolutamente necesario engañarse?
Recorro la sala con la vista. ¡Qué farsa! Todas esas personas están sentadas con aire de seriedad; comen. No, no comen: reparan sus fuerzas para llevar a cabo la tarea que les incumbe. Cada una tiene su pequeño empecinamiento personal que le impide darse cuenta de que existe; no hay una que no se crea indispensable para alguien o para algo.

Fragmento de La náusea, de Jean-Paul Sartre, fallecido el 15 de abril de 1980.
El 15 de abril de 1843 nacía Henry James.

viernes, abril 14, 2006

Simone de Beauvoir

Extraordinario decorado el de este bosquejo de ciudad abandonada en los confines de un pueblo y al margen de los siglos. Bordeé la mitad del hemiciclo, subí por las escalinatas del pabellón central: contemplé largo rato la sobria majestad de estas construcciones edificadas con fines utilitarios y que nunca sirvieron para nada. Son sólidas, son reales: sin embargo, su abandono las transforma en un simulacro fantástico: uno se pregunta de qué. La hierba tibia, bajo el cielo de otoño, y el olor de las hojas muertas me aseguraban que no había abandonado este mundo, pero había retrocedido doscientos años atrás. Fui a buscar unas cosas en el auto; extendí una manta, almohadones, puse la radio a transistores, y fumé mientras escuchaba Mozart. Detrás de dos o tres ventanas polvorientas adivino presencias: sin duda son oficinas. Un camión se detuvo ante uno de los portones, unos hombres abrieron, cargaron bolsas en la parte trasera del vehículo. Ninguna otra cosa ha alterado el silencio de esta siesta: ni un visitante. El concierto terminado, me puse a leer. Doble sensación de extrañamiento: me iba muy lejos, a orillas de un río desconocido; alzaba la vista y volvía a encontrarme en medio de estas piedras, lejos de mi vida.

Fragmento de La Mujer Rota, de Simone de Beauvoir, fallecida el 14 de abril de 1986 en París.
El 14 de abril de 1930 se suicidó Vladimir Maiakovski

jueves, abril 13, 2006

Samuel Beckett

Esta vez sé adónde voy. No es ya la noche de hace mucho, de hace poco. Ahora se trata de un juego; jugaré. Hasta hoy no supe jugar. Deseaba hacerlo, pero sabía que era imposible. Sin embargo, a menudo lo intenté. Lo alumbraba todo, miraba bien a mi alrededor, me ponía a jugar con lo que veía. Las personas y las cosas sólo piden jugar; algunos animales, también. Empezaba bien: todos venían a mí, contentos de que quisiera jugar con ellos. Si decía: “Ahora necesito un jorobado”, aparecía uno en el acto, orgulloso de la hermosa joroba que justificaba su actuación. Por su mente no cruzaba la idea de que yo pudiera pedirle que se desnudara. Pero yo no tardaba en encontrarme nuevamente solo, sin luz. Por eso renuncié a querer jugar e hice míos para siempre lo informe y lo inarticulado, las hipótesis vanas, la oscuridad, el largo camino a tientas, el escondrijo. Tal es el fundamento del que desde hace casi un siglo no me he, por así decirlo, separado. Ahora esto cambiará; no quiero hacer otra cosa que jugar. No, no voy a empezar con una exageración. Pero desde ahora jugaré durante gran parte del tiempo, la mayor parte, si puedo. Pero quizá no tenga más éxito que antes. Quizá me encuentre abandonado como antes, sin juguetes, sin luz. Entonces jugaré solo, fingiré contemplarme. Me anima el hecho de haber sido capaz de concebir semejante proyecto.

Fragmento de la novela Malone muere, del escritor irlandés Samuel Beckett, nacido en Dublín el 13 de abril de 1906.
El 13 de abril de 1928 nacía en Barcelona José Agustin Goytisolo
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miércoles, abril 12, 2006

Paisaje sin batalla

Al fondo, a la derecha, puede verse un árbol repleto de pájaros callados. Ni un trino, ni un revoloteo, nada. Sólo una multitud de pájaros de ojos inmensamente abiertos, de ojos fijos; pájaros inmóviles y silenciosos como si estuvieran dormidos. Pero no están dormidos, sólo quietos.
Ligeramente más abajo hay una fuente cuyas aguas manan o parecen manar muy lentamente, como lamiendo con incierta voluptuosidad cada piedra, cada matojo de hierba amarillenta, como acariciando sin deseo, sin precipitación, desapasionadamente, el estrecho cauce apenas pronunciado. Sobre la boca del manantial, una pequeña roca parece ir a desprenderse provocando la catástrofe, cegando para siempre el ojo que destila las frescas gotas de agua. Pero sin duda lleva siglos allí, amenazando sin esperanza el tranquilo discurrir del escueto regato sobre la tierra seca.
Más arriba, agazapado en la oscuridad de la roca, un lagarto gris acecha cualquier posible presa disimulándose contra la frialdad de la piedra. Parece alerta y sin embargo, diríase incapaz del menor gesto, como si su inquietante inmovilidad no fuese una excusa sino un fin. Sus ojos miran, sin espanto, hacia el oeste, donde el sol debería estar poniéndose, mas el sol no se ve por parte alguna; sólo el ligero resplandor rojizo que suele acompañar los atardeceres, pero con una tonalidad más pesada, más asfixiante, como un turbio presagio de tormenta... (continúa)
SBL
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martes, abril 11, 2006

Primo Levi

Hay que buscarse otra vez una cuchara y un cuchillo; y sobre todo, y ésta es la circunstancia más grave, se encuentra uno como un intruso en un ambiente desconocido, entre compañeros nunca vistos y hostiles, con jefes cuyo carácter no se conoce y de quienes por consiguiente es difícil defenderse.
La facultad humana de hacerse un hueco, de segregar una corteza, de levantarse alrededor de una frágil barrera defensiva, aun en circunstancias que parecen desesperadas, es asombrosa, y merecería un estudio detenido. Se trata de un precioso trabajo de adaptación, en parte pasivo e inconsciente y en parte activo: de clavar un clavo sobre la litera para colgar los zapatos por la noche; de establecer pactos tácitos de no agresión con los vecinos; de intuir y aceptar las costumbres y las leyes de aquel determinado Kommando y de aquel determinado Block. En virtud de este trabajo, después de algunas semanas, se consigue llegar a cierto equilibrio, a cierto grado de seguridad frente a los imprevistos; uno se ha hecho un nido, el trauma del trasvase ha sido superado.
Mas el hombre que sale del Ka-Be, desnudo y casi siempre insuficientemente restablecido, se siente proyectado en la oscuridad y en el vacío del espacio sideral. Los pantalones se le caen, los zapatos le hacen daño, la camisa no tiene botones. Busca un contacto humano y no encuentra más que espaldas vueltas. Es inerme y vulnerable como un recién nacido, pero a la mañana siguiente tendrá que ir a trabajar.

Fragmento de Si esto es un hombre, del escritor italiano Primo Levi, fallecido el 11 de abril de 1987.
El 11 de abril de 1884 nacía León Felipe

lunes, abril 10, 2006

Helena

Ninguna de las damas de Ratisbona parecía salir de casa más que en encortinadas literas para hacer visitas de calle en calle, o, alguna rara vez, para ir en coche cerrado a alguna de las casas de campo de la orilla del río. Hablaban sin cesar en un latín veloz y lleno de alusiones que parecía tener para ellas más significado que para Helena; se reían sin cesar de chistes que a Helena se le escapaban. Las damas de Ratisbona, sobre quienes imperaba serena e indiferentemente la mujer del gobernador, estaban divididas en dos grupos: las interesadas en asuntos amorosos y las religiosas. A Helena no le eran extrañas las leyes del deseo del hombre; en casa había visto que los cambiantes y exuberantes caprichos de su padre traían cambio tras cambio en el orden de precedencia en el hogar; en sus lecturas había seguido las absurdas transmutaciones del deseo, el incesto, los besos–nubes, las galantes lluvias de monedas y los cisnes y toros de la antigua poesía; pero aquí, en las confidencias susurradas bajo el pórtico, no encontraba parte alguna de su firme y dolorida pasión. También el grupo de damas religiosas la confundían. En su país se honraba a los dioses en sus estaciones; Helena había orado año tras año devotamente y con el alma tranquila ante los altares de su casa y su gente, había recibido con sacrificios el retorno de la primavera, había tratado de aplacar a los poderes de la muerte, había honrado al sol y a la tierra y a la fértil semilla. Pero las damas religiosas de Ratisbona hablaban de citas secretas, consignas, iniciaciones, trances y extraordinarias sensaciones, de asiáticos que flotaban en el aire en habitaciones a media luz, de voces enigmáticas, de estar desnudas en un foso mientras un toro moría desangrándose sobre el enrejado techo.

Fragmento de Helena, del escritor británico Evelyn Waugh, fallecido el 10 de abril de 1966.
El 10 de abril de 1931 fallecía Gibran Khalil Gibran.
El 9 de abril de 1821 nacía en París el poeta Charles Baudelaire.
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sábado, abril 08, 2006

Roberto Payró

Había viajado mucho, recorriendo casi el mundo entero, desde las estepas rusas a las pampas argentinas, desde las grandes ciudades europeas hasta los desiertos africanos, y hablaba diversos idiomas, el francés correctamente, aunque con acento, el castellano, el portugués, y el italiano mezclándolos y confundiéndolos, pero lo bastante para hacerse comprender. El alemán y el irlandés le eran familiares, y sabía, más o menos bien, otras lenguas y dialectos aprendidos en sus largas excursiones.
Debía de ser rico o gozar por lo menos de una situación muy holgada, pues no parecía haberse ocupado nunca de comercio ni de industria, ni de otras maneras de hacer dinero; llevaba un elegante y bien provisto guardarropa, y obsequiaba a menudo, con largueza, a sus nuevas y numerosas relaciones de a bordo, especialmente en las escalas de Vigo y Dakar, donde nos ofreció verdaderos banquetes. En estos casos mostraba una alegría ruidosa, que a mí me parecía forzada, y una afectuosidad que los ingleses no exteriorizan nunca para con los extraños.

Fragmento de la narración Mi compañero de viaje, del escritor argentino Roberto Jorge Payró, fallecido el 8 de abril de 1928.
El 8 de abril de 1973 fallecía el pintor Pablo Picasso
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viernes, abril 07, 2006

La sed

-Todos los vasos tienen sed -siguió diciéndome el alfarero-; «ésos» como los míos, de arcilla perecedera. Así los hicieron, abiertos, para que pudieran recibir el rocío del cielo, y también ¡ay!, para que huyera presto su néctar.
Y cuando están colmados tampoco son dichosos, porque todos odian el líquido que hay en su seno. El vaso de falerno aborrece su áspero olor de lagares; el óleo perfumado odia su grávida espesura y envidia la levedad del vaso de agua clara.
Y los vasos con sangre viven desesperados del grumo tenaz que se cuaja en sus paredes y que no pueden ir a lavar en los arroyos, y son los más angustiados.
Para pintar el ansia de los hombres haz de ellos solamente el rostro con los labios entreabiertos de sed, o haz sencillamente un vaso, que también es una boca con sed.

Texto de Gabriela Mistral, nacida en Vicuña (Chile)
el 6 de abril de 1889
Novedades abril en Literatuya
El 7 de abril de 2004 en Al_Andar...
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miércoles, abril 05, 2006

El largo invierno

Nos parece recordar a Cataluña
¡Los infinitos pedazos
de este país saltando en pedazos!

Las piedras permanecen
Pero su permanencia
nos golpea

Los hombres
-pero no todos los hombres-
pasan.

El largo invierno,
poema de Rolando Revagliatti

Otros poemas de Rolando Revagliatti

Ya en la red la última edición de la revista Letralia
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martes, abril 04, 2006

Marguerite Duras

Ahí está. Llega de afuera. Atraviesa la habitación. Tal vez reconozcamos su silueta, su vestido. Sí, es la misma que caminaba hacia el río en la calle recta que bordea el parque.
Va hacia la ducha. Oímos el ruido del agua.
Vuelve.
Es entonces cuando la vemos. Sí. Claramente, es todavía una niña. Todavía delgada, todavía casi sin pechos. El cabello es largo, castaño rojizo, ondulado, lleva zuecos indígenas de madera ligera con tiras de cuero. Tiene los ojos verde claro con estrías oscuras. Las mismas, dicen, que las de su padre fallecido. Sí, era ella, la niña de la calle recta que había llorado con el vals. Era también la que sabía que la mujer que había tocado ese vals era la misma que la que vestida de rojo había pasado por la pista blanca. Y además la que sabía también que ella, la niña, era la única en todo el puesto en saber estas cosas. En todo el puesto y más allá. Así era la niña. Lleva la misma blusa de algodón blanco que su madre, con tirantes adicionales, hecha por Dô.
Separa los dos paños de la mosquitera, la remete rápido debajo del colchón, penetra igual en la abertura de la mosquitera, vuelve a cerrarla. La madre no dormía. Se sienta al lado de la niña y le trenza el cabello para la noche.

Fragmento de El amante de la china del norte, de Marguerite Duras, nacida en Gia Dinh, cerca de Saigón, el 4 de abril de 1914.

El tren a Burdeos --Marguerite Duras--

Ya están disponibles los nuevos números de las revistas:

domingo, abril 02, 2006

Zola

Pero Denise seguía absorta ante los tenderetes de la puerta principal, colocados al aire libre, en plena acera: un cúmulo de oportunidades para tentar a las clientes, para que las gangas las hicieran detenerse al pasar. Desde bien arriba, colgando de la entreplanta, pendían las piezas de lana y los paños, merinos, cheviots y muletones, ondeando como banderas; sobre sus tonos neutros, gris pizarra, azul marino, verde oliva, destacaba la cartulina blanca de las etiquetas. Algo más abajo, enmarcando el umbral, colgaban finas tiras de piel para guarniciones de vestidos: la suave ceniza de los lomos de petigrís, la nívea pureza de los vientres de cisne, el pelo de conejo de las imitaciones de marta y armiño. Por último, abajo del todo, estaban dispuestos varios casilleros y mesas, rebosantes de retales y de un aluvión de artículos de calcetería casi regalados, guantes y toquillas de punto, capuchas, chalecos, todo tipo de prendas invernales multicolores, jaspeadas, a rayas o con toques rojizos, como salpicadas de sangre. Denise vio un tartán a cuarenta y cinco céntimos, orlas de visón americano a un franco y mitones a veinticinco céntimos. Era como si los almacenes, repletos hasta reventar, desembalasen el exceso de mercancías en un gigantesco baratillo de feria.

Fragmento de la novela El paraíso de las damas, de Émile Zola, nacido en París el 2 de abril de 1840.
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sábado, abril 01, 2006

Cyrano de Bergerac

Quince años después, en 1655. Parque del convento que las Damas de la Cruz ocupaban en París.
Magníficas alamedas. A la izquierda, la casa. Gran escalinata sobre la cual se abren numerosas puertas. En medio del escenario, un árbol, aislado en el centro de una plazuela ovalada. A la derecha, en primer término y entre enormes matorrales, un banco de piedra semicircular.
El fondo del teatro se halla atravesado por una avenida de castaños que termina en la parte derecha, en cuarto plano, junto a la puerta de la capilla, que se vislumbra entre las ramas. A través de la doble cortina de árboles de esta avenida, se percibe el suelo cubierto de césped, otras avenidas, bosques, la última porción del parque, y el bosque.
En la capilla se abre una puerta lateral sobre una columna de guirnaldas de vid roja que se pierde por la derecha y en primer plano detrás de los matorrales.
Otoño. El ramaje cobra un color rojo por encima de la hierba fresca. Manchas sombrías de los matorrales y los tejos que permanecen verdes. Hojas amarillentas amontonadas al pie de los árboles, cubriendo casi todo el escenario, la escalinata y los bancos, y que crujen cuando alguien las pisa.
Entre el banco de la derecha y el árbol, un gran bastidor de bordar ante el que han colocado una sillita. Cestos de costura llenos de madejas y ovillos. El tapiz está empezado.
Al levantarse el telón, monjas que pasean por el parque; otras, sentadas en el banco, en torno a una de mayor edad. Las hojas caen.


Esta es la presentación del acto quinto de Cyrano de Bergerac, del escritor francés Edmond Rostand, nacido el 1 de abril de 1868 en Marsella.
El 1 de abril de 1929 nacía Milan Kundera

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