miércoles, septiembre 19, 2007

miércoles, septiembre 05, 2007

jueves, abril 12, 2007

Inca Garcilaso de la Vega

Las pelotas de alambre (para los que no las han visto) se hacen en el mismo molde que las comunes; toman una cuarta o una tercia de hilo de hierro, y a cada cabo del hilo hacen un garabatillo como un anzuelo pequeño, y ponen el un cabo del hilo en el un medio molde, y el otro en el otro medio; y para dividir los medios moldes ponen en medio un pedazo de una hoja de cobre o de hierro delgado como papel, luego echan el plomo derretido, el cual se encorpora con los garabatillos del hilo de hierro, y sale de pelota en dos medios divididos, asidos al hilo de hierro. Para echarlos en el arcabuz los juntan como si fuera pelota entera; y al salir del arcabuz se apartan, y con el hilo de hierro que llevan en medio cortan cuanto por delante topan. Por este cortar mandaron tirar a las picas, como lo dicen los historiadores; porque con las pelotas comunes no pudieran quebrar tantas picas como quebraron. No tiraron a los piqueros por no hacer tanto daño en ellos; quisieron mostrar a sus contrarios la ventaja que en los arcabuces les tenían.
Esta invención de pelotas llevó de Flandes al Perú el capitán Pedro de Vergara con los arcabuces que allá pasó. Yo alcancé en mi tierra algunas dellas, y en España las he visto y las he hecho, y allá conocí un caballero que se decía Alonso de Loaya, natural de Trujillo, que salió de aquella batalla herido de una pelota destas, que lo cortó la quijada baja con todos los dientes bajos y parte de las muelas; fue padre de Francisco de Loaya, que hoy vive en el Cozco, uno de los pocos hijos de conquistadores que gozan de los repartimientos de sus padres. La invención de las pelotas de alambre debieron de sacar de ver echar los pedazos de cadena que echan en las piezas de artillería para que hagan más daños en los enemigos.

Fragmento de los Comentarios reales, del Inca Garcilaso de la Vega, nacido el 12 de abril de 1539.

miércoles, abril 11, 2007

Jacques Prévert

Las flores los jardines las fuentes las sonrisas
Y los placeres de la vida
Un hombre está caído y bañado en su sangre
Los recuerdos las flores las fuentes los jardines
Los sueños infantiles
Un hombre está caído como un fardo sangrante
Las flores las fuentes los jardines los recuerdos
Y los placeres de la vida
Un hombre está caído como un niño que duerme.

El fusilado, poema de Jacques Prévert, fallecido el 11 de abril de 1977.
El 11 de abril de 1884 nacía León Felipe
El 11 de abril de 1987 fallecía Primo Levi

martes, abril 10, 2007

Lewis Wallace

Cuando las naves de los futuros combatientes estuvieron frente a frente, Arrio ordenó a sus hombres que se mantuvieran alerta. Una gran actividad se apoderó de los marineros, mientras los esclavos les observaban en silencio. Atados con cadenas a los bancos, sabían que la suerte de la nave era la suya. Si ésta se hundía, ellos se hundirían también.
Un sordo rumor de remos llamó la atención de Ben- Hur. La galera se balanceó y de repente se produjo un violento choque. Los hombres cayeron al suelo, escuchándose gritos de horror. El judío notó que bajo sus pies se quebraba algo. De cubierta llegó un clamor de triunfo: el espolón romano había triunfado. La lucha prosiguió sin pausa y los marineros descendían para coger grandes pedazos de estopa que lanzaban encendidos contra las embarcaciones enemigas.
La galera se detuvo de pronto. Se oyeron pasos apresurados, gritos y el crujido de dos naves dispuestas al abordaje. Habían abordado el navío romano. Los cuerpos de los bárbaros enemigos empezaron a descender sin vida hasta el lugar ocupado por los remeros, que obedecían sin descanso las órdenes del portador. Ben-Hur se estremeció de terror. Si el tribuno moría en la batalla, perdería la posibilidad de buscar a su madre y a su hermana.
Mientras estaba sumido en estas reflexiones, una fuerte oleada penetró en la bodega de la nave y le arrastró hacia afuera, con restos de maderas y otros residuos.

Fragmento de la novela Ben-Hur, de Lewis Wallace, nacido el 10 de abril de 1827.
El 10 de abril de 1931 fallecía Gibran Khalil Gibran
El 10 de abril de 1966 fallecía Evelyn Waugh
El 9 de abril de 1821 nacía Charles Baudelaire

domingo, abril 08, 2007

Alberto Hernández

El lugar de donde vengo es un momento
que quedó en la memoria
...........................y se esfuma de tanto nombrarlo.
Siento mi extranjero en la niñez,
odiado por los más cercanos:

por eso huyo a diario,
discurro por las calles de esta ciudad extraña para mí.

Despierto con el día,
pero es el silencio el que conoce mi nueva lengua.

Extraño, poema de Alberto Hernández.
(Del libro inédito Los ejercicios de la ofensa)

El 8 de abril de 1911 nacía Émile Michel Cioran
El 8 de abril de 1928 fallecía Roberto Jorge Payró

sábado, abril 07, 2007

William Wordsworth

Caían, más oscuras, las sombras del ocaso;
se alcanzó el deseado punto: mas a una hora
en que poco podía ganarse en la riqueza
de perspectiva, tan celebrada por muchos.

Pero el oeste ardiente, con poder asombroso
nos saludaba: había allí una ciudadela
india, un templo de Grecia, un monasterio irguiendo
su torre, ¡un sitio como para que una campana

sonase, o un reloj! Y había muchas islas
tentadoras, con cuevas no imaginadas, firmes
en alta mar, objetos de éxtasis silencioso

para los ojos; pero sentíamos, a un tiempo,
que olvidarlos debíamos: son tan sólo del cielo
y de nuestra memoria terrenal se disipan.

Soneto de William Wordsworth, nacido el 7 de abril de 1770.
El 6 de abril de 1889 nacía Gabriela Mistral
El 6 de abril de 1992 fallecía Isaac Asimov
El 7 de abril de 2004 en Al_Andar...
Comentarios

jueves, abril 05, 2007

Robert Bloch

Durante su adolescencia, Blake, movido -como el propio Fiske- por su precoz y entusiasta interés hacia la literatura fantástica, había formado parte del Círculo de Lovecraft, de ese grupo de escritores que mantenían correspondencia entre sí y con Howard Phillips Lovecraft, de Providence, ya fallecido.
Fiske y Blake se habían conocido precisamente a través de dicha correspondencia. Luego intercambiaron visitas: el uno fue a Milwaukee y después el otro a Chicago. Y en torno a su común interés por la literatura terrorífica y el arte fantástico fue cristalizando una sólida amistad que se truncó por el inesperado e inexplicable fallecimiento de Blake.
La mayor parte de las circunstancias que concurrieron en la muerte de éste y algunas de las conjeturas que entonces se hicieron fueron recogidas por Lovecraft en su relato El Morador de las Tinieblas, que se publicó año y pico después de haber muerto el joven Blake.
Lovecraft se hallaba en una situación inmejorable para conocer lo sucedido. El había sido precisamente quien, a principios de 1935, aconsejó a Blake que se trasladase a Providence, y él también quien le encontró alojamiento en College Street. Así, pues, los hechos singulares que culminaron con la muerte del joven Robert Harrison Blake fueron relatados por el maduro y fantástico escritor en su doble calidad de amigo y vecino.
En dicho relato, Lovecraft nos cuenta que Blake quería escribir una novela sobre ciertos ritos brujeriles que habían sobrevivido en Nueva Inglaterra, pero, con su característica modestia, omite que él le ayudó considerablemente, proporcionándole material. Según parece, Blake empezó a escribir su novela y acabó mezclado en un horror que superaba con mucho los de su propia imaginación.

Fragmento del relato La sombra que huyó del capitel, de Robert Bloch, nacido el 5 de abril de 1917.
El 5 de abril de 1969 fallecía Rómulo Gallegos
El 5 de abril de 2005 fallecía Saul Bellow
El nº 161 de Letralia ya en la red

miércoles, abril 04, 2007

Dan Simmons

Espléndida vista de mi nuevo mundo cuando bajamos en la nave de descenso. Distinguí dos de los tres continentes, Equus y Aquila. Ursa no era visible.
Descenso en Keats y horas de esfuerzo para pasar por la aduana y coger un vehículo terrestre hasta la ciudad. Imágenes confusas: la estribación montañosa del norte con sus cambios, su bruma azul, sus colinas con bosques de árboles anaranjados y amarillos, un cielo pálido con pátina azul verdosa, el sol pequeño pero más brillante que el de Pacem. Los colores aparecen vividos desde lejos, y se diluyen y desperdigan cuando uno se acerca, como una obra puntillista. La gran escultura de Triste Rey Billy, de la que tanto había oído hablar, me ha defraudado. Vista desde la carretera tenía una apariencia tosca, un boceto apresurado tallado en la oscura montaña, en vez de la figura regia que yo había esperado. Eso sí, cavila sobre esa improvisada ciudad de medio millón de habitantes de una manera que el neurótico rey poeta habría sabido apreciar.

La ciudad se divide en el extenso laberinto de barriadas pobres y tabernas que los lugareños llaman Jacktown y en Keats, la llamada Ciudad Vieja, que en realidad cuenta sólo cuatro siglos y es toda piedra bruñida y estudiada esterilidad. Pronto realizaré la gira.

Había pensado quedarme un mes en Keats, pero ya estoy ansioso de continuar. Oh, monseñor Edouard, si pudieras verme ahora. Castigado pero no arrepentido. Más solo que nunca pero extrañamente satisfecho con mi nuevo exilio. Si mi castigo por los excesos provocados por mi fervor es el exilio al séptimo círculo de la desolación, Hyperion fue una buena elección.


Fragmento de la novela Hyperion, de Dan Simmons, nacido en Peoria (Illinois) el 4 de abril de 1948.
El 4 de abril de 1846 nacía Isidore Ducasse
El 4 de abril de 1914 nacía Marguerite Duras

martes, abril 03, 2007

Juan García Hortelano

Como tenía todo el día para pensar —y pensar me adormilaba—, luego, por las noches, dormía como un muerto, sin sueños. Pero algunas madrugadas me despertaban las sirenas y el ruido de los aviones, porque aquella parte de la ciudad, a diferencia del barrio de los abuelos, no había sido declarada zona libre de bombardeos. Oyese o no el estallido de las bombas, los cañonazos, el fragor de los derrumbamientos, algún apagado clamor de voces aterrorizadas, tenía que continuar a oscuras, sin poder recurrir a las novelas de Elena Fortún o de Salgari (las de Verne, a causa de su encuadernación, no me habían permitido sacarlas de casa de los abuelos), sin poder jugar una partida de damas contra mí mismo, sin la posibilidad siquiera de aburrirme con la baraja haciendo solitarios o rascacielos de dólmenes. Cuando no resistía más, me tiraba de la cama y escrutaba las tinieblas del cielo y del patio. Entonces, durante aquellas ocasiones en que me negaba tan eficazmente al miedo que llegaba a olvidarlo, me refugiaba en los recuerdos y pronto, aunque cada vez más despierto, era como si estuviese soñando. Veía a Concha, sus brazos, sus hombros, sus piernas y su rostro, tostados al sol de la terraza desde el principio de aquel verano que ya acababa y que, según repetían los tíos y la tía abuela Dominica, iba a ser el último de la guerra. En realidad no recordaba el cuerpo verdadero de la Concha, sino aquel cuerpo —tan idéntico y tan distinto— con el que había soñado una de las primeras noches en casa de la tía abuela, cuando aún la costumbre de la nueva casa no había aplacado la tristeza del traslado.

Fragmento del relato Carne de chocolate, de Juan García Hortelano, fallecido el 3 de abril de 1992.
El 3 de abril de 1783 nacía Washington Irving
El 3 de abril de 1922 nacía José Hierro
El 3 de abril de 1991 fallecía Graham Greene

lunes, abril 02, 2007

Novedades literarias

Ya en la red la actualización marzo 2007 de Revista Almiar


También el nº4 de Gaceta Literaria


y la actualización abril 2007 de Ala de Cuervo

El 2 de abril de 1805 nacía Hans Christian Andersen
El 2 de abril de 1840 nacía Émile Zola

domingo, abril 01, 2007

Samuel Ray Delany

Todas las noches durante una semana he ido a contemplar los cálamos aromáticos del muelle; los palacios se amontonan a la izquierda, y la luz frágil del cálido otoño se quiebra en las aguas del puerto. LIDE continúa, de modo extraño. Esta noche, cuando volví al trapezoide de la Piazza, la niebla ocultaba los extremos de las astas rojas. Me senté al pie de la más próxima a la torre y escribí a propósito de las necesidades de Lobey. Luego dejé el dorado y el añil carcomidos de la Basílica y anduve por apartadas callejuelas de la ciudad hasta bastante después de medianoche. Una vez me detuve en un puente a mirar las aguas de un pequeño canal que pasaba entre muros apretados, bajo las luces y las tendederas. Oí de pronto unos chillidos y me volví: media docena de gatos pasaron como rayos junto a mis pies persiguiendo a una rala parda. Sentí que un escalofrío me subía y bajaba por el cuerpo. Volví a mirar el agua: seis flores asomaron flotando por debajo del puente, arrastrándose sobre la superficie de aceite. Las miré hasta que una lancha automóvil que tosía en un canal cercano estremeció las aguas; las rosas golpearon blandamente los muros. Caminé por los puentecitos hasta el Gran Canal y allí tomé el vaporetto de regreso a Ferovia. Cuando flotábamos bajo el negro arco de madera del Ponti Accademia, se levantó viento; yo trataba de comparar las flores, los gatos, y la aventura de Lobey: hay una semejanza, pero todavía no sé exactamente en qué consiste. Orión cabalgaba en las aguas. Las luces de la orilla temblaban en el canal cuando pasamos bajo las piedras goteantes del Rialto.

Fragmento de La intersección de Einstein, de Samuel Ray Delany, nacido el 1 de abril de 1942.
El 1 de abril de 1809 nacía Nikolái Gógol
El 1 de abril de 1868 nacía Edmond Rostand
El 1 de abril de 1929 nacía Milan Kundera

sábado, marzo 31, 2007

Charlotte Brontë

Jane Eyre, que era el día anterior una mujer llena de dulces anhelos, una casi desposada, se había convertido otra vez en una muchacha desamparada y sola, con una vida gris, llena de desoladas perspectivas ante ella. La nieve de diciembre había caído en medio del verano, el hielo helaba las manzanas maduras, un viento invernal arrancaba de sus tallos las rosas. Los bosques, que doce horas antes mostrábanse fragantes y espléndidos como tropicales árboles, eran ahora inmensos, solitarios, glaciales como los bosques de pinos en el invierno de Noruega... Mis esperanzas habían muerto de repente; mis deseos, el día anterior rebosantes de vida, estaban convertidos en lívidos cadáveres. Y mi amor, aquel sentimiento que Rochester había despertado en mí, yacía, angustiado, en mi corazón, como un niño en una cuna fría. Ya no podía buscar el brazo de Rochester ni encontrar calor en su pecho. Mi fe y mi confianza quedaban destruidas. Rochester no volvería a ser para mí lo que fue, porque resultaba distinto a como yo le había imaginado. No deseaba increparle ni quería reprocharle su traición, pero se me aparecía privado de la sinceridad que yo le atribuyese. Debía marchar de su lado. Cuándo y cómo, no lo sabía, pero adivinaba que él mismo me aconsejaría partir de Thornfield. Era imposible, a mi juicio, que hubiese sentido hacia mí verdadero afecto; sólo fue, sin duda, un capricho momentáneo. Debía procurar no cruzarme en su camino, porque ahora mi presencia había de resultarle odiosa, sin duda. ¡Oh, qué ciega había estado! ¡Qué débil había sido! Cerré los ojos. La oscuridad me rodeó. Sentí una inmensa lasitud y parecióme yacer en el lecho de un río seco, sintiendo retumbar entre las lejanas montañas el rumor del torrente que se aproximaba por el cauce.

Fragmento de Jane Eyre, de Charlotte Brontë, fallecida el 31 de marzo de 1855.
El 31 de marzo de 1914 nacía Octavio Paz
El 31 de Marzo de 1995 fallecía Roberto Juarroz

viernes, marzo 30, 2007

Paul Verlaine

La noche. La lluvia. Un cielo incoloro que desgarra
De flechas y de torres a plena luz la silueta
De una ciudad gótica apagada en la gris lejanía.
La llanura. Un patíbulo lleno de flacos ahorcados
Sacudidos por el pico ávido de las cornejas
Guiñotean en el aire danzas desiguales
Mientras que sus pies son pasto de los lobos.
Algunos matorrales espinosos dispersos y algunos acebos
Alzan el horror de su follaje a derecha, a izquierda
Sobre el tiznado barullo de un fondo de boceto.
Y luego, alrededor de tres lívidos prisioneros
Que andan descalzos, el grueso de los altivos guardianes,
Camina, erguidas sus armas, como rejas de rastrillo,
Brillando a contraluz las lanzas del aguacero.

Efecto nocturno, poema de Paul Verlaine, nacido en Metz el 30 de marzo de 1844.
El 30 de marzo de 1926 nacía Alvaro Cepeda Samudio
El 30 de marzo de 1947 fallecía Arthur Machen

jueves, marzo 29, 2007

Ernst Jünger

Por aquellos días tuve una experiencia desagradable que a punto estuvo de poner un fin prematuro y deshonroso a mi carrera militar. Nuestra compañía ocupaba el ala izquierda de la posición. En una ocasión, tras haber pasado toda la noche en vela, tuve que ir, al amanecer, a hacer una guardia, junto con otro camarada, a la hondonada del arroyo. Aunque estaba prohibido, yo, en vista del mucho frío que hacía, me había echado la manta por encima de la cabeza y me había recostado en un árbol, tras haber dejado el fusil en un matorral situado a poca distancia de mí. De repente oí a mis espaldas un ruido y quise echar mano al fusil — ¡había desaparecido! El oficial de guardia se había acerca do sigilosamente hasta el sitio donde me hallaba y se había llevado mi fusil sin que yo me diera cuenta. El castigo que me impuso fue enviarme unos cien metros adelante, en dirección a los apostaderos franceses, sin otra arma que un zapapico — una idea que sólo se les ocurre a los indios y que a punto estuvo de costarme la vida. Durante aquella extraña guardia de castigo ocurrió que una patrulla nuestra formada por tres voluntarios se fue adentrando en el extenso cañaveral que crecía a orillas del arroyo; y era tal el ruido que en los altos tallos producía aquella patrulla al caminar con total despreocupación que los franceses lo notaron enseguida y comenzaron a disparar en aquella dirección. Uno de los componentes de la patrulla, de nombre Lang, fue alcanzado y nunca más se lo volvió a ver. Puesto que yo me encontraba muy cerca de allí, también a mí me tocó una parte de las salvas disparadas por los franceses —una forma de tiro que entonces estaba muy en boga—, de modo que las ramas de la mimbrera junto a la que me hallaba me silbaban en las orejas. Apreté los dientes y por terquedad permanecí de pie. Al caer la tarde vinieron a recogerme.

Fragmento de Tempestades de acero, de Ernst Jünger, nacido el 29 de marzo de 1895.
El 28 o 29 de marzo de 1941 fallecía Virginia Woolf

miércoles, marzo 28, 2007

Julio Llamazares

Los ladridos nos han guiado en medio de la oscuridad, por el sendero que atraviesa brezales y piornos, hacia la línea gris del horizonte.
Cerca ya, Ramiro hace un gesto con la mano. Su hermano, Gildo y yo nos desplegamos con rapidez hacia los lados. La ascensión es ahora mucho más lenta y penosa: sin la oscura referencia del sendero y con los matojos agarrándose a nuestros pies como garras de animales enterrados en el barro.
La sombra de Ramiro, en el sendero, ha vuelto a detenerse. El perro ladra ya a escasos metros de nosotros.
Sobre la raya gris del horizonte, tras un mojón de robles, se dibuja, imprecisa y helada, la sombra de un tejado que flota entre la niebla.
La majada, en lo alto del puerto, es un montón de tapias arruinadas. Hasta nosotros llega un olor intenso a estiércol y abandono. A soledad.
Los ladridos amenazan con reventar el vientre hinchado de la noche.

Fragmento de la novela Luna de lobos, de Julio Llamazares, nacido el 28 de marzo de 1955.
El 28 de marzo de 1868 nacía Máximo Gorki
El 28 de marzo de 1942 fallecía Miguel Hernández

martes, marzo 27, 2007

Shusaku Endo

Empezó a nevar.
Hasta la caída de la tarde un sol tenue había bañado por los resquicios de las nubes el lecho de grava del río. Cuando oscureció, hubo un silencio repentino. Dos, tres copos de nieve bajaron revoloteando del cielo.
Mientras el samurai y sus hombres cortaban leña, la nieve rozaba sus ropas rústicas, tocaba sus caras y sus manos y se fundía como para subrayar la brevedad de la vida. Pero como ellos siguieron atareados con sus cortas hachas, sin decir palabra, la nieve los desdeñó y se alejó hacia zonas vecinas. La niebla nocturna se extendió y se unió a la nieve, y el campo visual se volvió gris.
Finalmente, el samurai y sus hombres terminaron su tarea y se echaron al hombro los haces de leña. Se preparaban para la inminente llegada del invierno. La nieve les azotó las frentes cuando emprendieron el regreso en fila india, como hormigas, volviendo sobre sus pasos a lo largo del lecho del río, hacia la llanura.
Había tres pueblos situados en el corazón de la llanura y rodeados por colinas de follaje marchito. Las casas estaban de espaldas a las colinas y frente a los campos: de ese modo, los pobladores veían si llegaban extraños. Las casas techadas con paja se apretaban unas contra otras, en línea. De los cielos rasos colgaban estantes de bambú trenzado en que se secaban la leña y el carrizo. Las casas eran oscuras y malolientes como establos.

Fragmento de la novela El Samurai, de Shusaku Endo, nacido el 27 de Marzo de 1923.
El 27 de marzo de 1871 nacía Heinrich Mann
El 27 de marzo de 1931 fallecía Enoch Arnold Bennett
El 27 de marzo de 2006 fallecía Stanislaw Lem

lunes, marzo 26, 2007

Lin Yutang

El filósofo chino sueña con un ojo abierto, considera la vida con amor y dulce ironía, mezcla su cinismo con una bondadosa tolerancia, y alternativamente despierta del sueño de la vida y vuelve a adormecerse, pues se siente con más vida cuando está soñando que cuando está despierto, con lo cual inviste a su vida en vela de una cualidad de mundo de ensueños. Ve con un ojo cerrado y otro abierto la inutilidad de mucho de lo que ocurre a su alrededor y de sus propias empresas, pero conserva suficiente sentido de la realidad para decidirse a seguir adelante. Rara vez se desilusiona, porque no tiene ilusiones, y rara vez se decepciona, porque nunca ha tenido esperanzas extravagantes. De esta manera está emancipado su espíritu.
Porque, después de recorrer el campo de la literatura y la filosofía chinas, llego a la conclusión de que el más alto ideal de la cultura china ha sido siempre un hombre con un sentido de desapego (takuan) hacia la vida, basado en un sentido de sabio desencanto. De este desapego viene el alto espíritu (k'uanghuai), un alto espíritu que nos permite ir por la vida con tolerante ironía y escapar a las tentaciones de fama y riqueza y logro, y eventualmente nos hace aceptar lo que venga. Y de ese desapego surge también un sentido de libertad, un amor por el vagabundeo y el orgullo y la despreocupación. Sólo con este sentido de libertad y esta despreocupación llega uno eventualmente a la aguda, a la intensa alegría de vivir.

Fragmento de La importancia de vivir, de Lin Yutang, fallecido el 26 de marzo de 1976.
El 26 de marzo de 1892 fallecía Walt Whitman
El 26 de marzo de 1959 fallecía Raymond Chandler
Ya en la red el nº 5 de revista Narrativas
Comentarios

domingo, marzo 25, 2007

Jaime Sabines

¡En qué pausado vértigo te encuentras,
qué sombras bebes en qué sonoros vasos!
¡Con qué manos de hule estás diciendo adiós
y qué desdentada sonrisa echas por delante!
Te miro poco a poco tratando de quererte
pero estás mojado de alcohol
y escupes en la manga de tu camisa
y los pequeños vidrios de tus ojos se caen
¿A dónde vas, hermano?
¿De qué vergüenza huyes?,
¿De qué muerte te escondes?

Yo miro al niño que fuiste,
cómo lo llevas de la mano
de cantina a cantina, de un hambre a otra.
Me hablas de cosas que sólo tu madrugada conoce,
de formas que sólo tu sueño ha visto,
y se que estamos lejos, cada uno en el lugar de su miseria
bajo la misma lluvia de esta tarde.
Tú no puedes flotar, pero yo hundirme.
Vamos a andar del brazo, como dos topos amarillos,
a ver si el dios de los subterráneos nos conduce.


En qué pausado vértigo, poema de Jaime Sabines, nacido el 25 de marzo de 1926.
El 25 de marzo de 1926 también nacía Ángel Arango
El 25 de marzo de 1980 fallecía Roland Barthes

sábado, marzo 24, 2007

Julio Verne

Después de haber doblado al Norte el cabo Francisco, que el Table-Mount domina en una extensión de 1.200 pies, contemplad al través el arco de basalto acanalado en su extremo. Veréis una estrecha bahía, resguardada por los islotes contra los furiosos vientos del Este y del Oeste. Al fondo surge Christmas-Harbour. Que vuestro barco se dirija a él directamente manteniéndose a babor. Colocado en su sitio de anclaje, podrá permanecer con una sola ancla, con facilidad de borneo, mientras la bahía no sea invadida por los hielos.
Por lo demás, las Kerguelen ofrecen otras bahías, y por centenares; tan deshilachadas están sus costas como los bajos de la falda de una pobre, sobre todo en la parte comprendida entre el Norte y el Sudeste. Pululan allí las islas y los islotes. Todo el suelo de este archipiélago, de origen volcánico, se compone de cuarzo, mezclado de una piedra azulada. Llegado el estío, nacen verdes musgos, líquenes grises, diversas plantas fanerógamas, fuertes y sólidas saxifragas. Un solo árbol vegeta allí, una especie de berza de un gusto agrio, que inútilmente se buscaría en otros países.
Existen allí los terrenos que convienen en sus rookerys a los pájaros bobos, y otros, cuyas bandadas innumerables pueblan estos parajes. Vestidos de amarillo y blanco, la cabeza hacia atrás y con sus alas que figuran las mangas de un traje, estos estúpidos volátiles parecen desde lejos una fila de monjes en procesión a lo largo de las playas. Las Kerguelen poseen además otros representantes del reino animal. Ofrecen múltiples refugios a los bueyes marinos, a las focas, a los elefantes de mar.

Fragmento de La esfinge de los hielos, de Julio Verne, fallecido el 24 de marzo de 1905.
El 24 de marzo de 1809 nacía Mariano José de Larra
El 24 de marzo de 1926 nacía Darío Fo

viernes, marzo 23, 2007

Dos mujeres

La hora de la visita se acercaba: doña Leonor habiendo ya concluido todos sus preparativos se había sentado majestuosamente en su enorme sillón de damasco encarnado con galón de plata, recogiendo cuidadosamente su vestido de raso de color de hoja seca, y acomodándose simétricamente en los hombros su pañuelo de crespón de la India. Doña Serafina y doña Beatriz, sus únicas amigas, llenaban un canapé o sofá que formaba juego con el sillón, adornadas también con lo más selecto de sus guardarropas; y junto a su madre, en un taburete antiguo, Luisa estaba sentada con timidez y abrumada bajo el peso de sus joyas, oyendo las prudentes advertencias que la hacían alternativamente su madre y sus amigas. Mientras tanto la pobre niña allá en sus adentros se admiraba sin poder comprender a qué se dirigía tanta solemnidad. Se le había dicho mil veces que estaba destinada a casarse con su primo, pero la inocente no daba a esta palabra un significado tan terrible como debiera. Se acordaba de un muchacho muy bonito que le rompía sus muñecas, pero que, en cambio, la regalaba pajaritos y dulces, y nada veía que la espantase en la idea de vivir siempre junto con aquel compañerito de su infancia. ¿Para qué tantos consejos, tantas prevenciones?
Nada comprendía Luisa y empezaba a sentir una vaga inquietud que procuró disipar repitiéndose a sí misma que aquel novio tan esperado, aquel marido tan solemne anunciado no era otro que su amigo Carlos, su gracioso Carlos, el cual se presentaba todavía con su carita redonda y blanca, sus largos cabellos, sus grandes ojos negros llenos de candor y alegría, y su risa infantil y estrepitosa. Casi se le figuraba que al verle, a pesar de todas las advertencias del venerable triunvirato, no podría contenerse sin correr a abrazarle.

Fragmento de Dos mujeres, de Gertrudis Gómez de Avellaneda, nacida en Camagüey el 23 de marzo de 1814.
El 23 de marzo de 1842 fallecía Stendhal
El 23 de Marzo de 1903 nacía Alejandro Casona

jueves, marzo 22, 2007

Las mil y una noches

Sabe, ¡oh señor! que mi padre era rey de esta ciudad. Se llamaba Mahmud, y era rey de las Islas Negras y de estas cuatro montañas. Mi padre reinó setenta años, y después se extinguió en la misericordia del Retribuidor. Después de su muerte, fui yo sultán y me casé con la hija de mi tía. Me quería con amor tan poderoso, que si por casualidad tenía que separarme de ella, no comía ni bebía hasta mi regreso. Y así siguió bajo mi protección durante cinco años, hasta que fue un día al hammam, después de haber mandado al cocinero que preparase los manjares para nuestra cena. Entré en el palacio y reclinándome en el lugar de costumbre, mandé a dos esclavas que me hicieran aire con los abanicos. Una se puso a mi cabeza y otra a mis pies. Pero pensando en la ausencia de mi esposa, se apoderó de mí el insomnio, y no pude conciliar el sueño, porque ¡si mis ojos se cerraban, mi alma permanecía en vela! Oí entonces a la esclava que estaba detrás de mi cabeza hablar de este modo a la que estaba a mis pies: "¡Oh Masauda! ¡Qué desventurada juventud la de nuestro dueño! ¡Qué tristeza para él tener una esposa como nuestra ama, tan pérfida y tan criminal!". Y la otra respondió: "¡Maldiga Alah a las mujeres adúlteras! Porque esa infame nunca podrá tener un hombre mejor que nuestro dueño, y sin embargo, se pasa las noches en el lecho de unos y otros". Y la primera esclava dijo: "Nuestro dueño debe de ser muy impasible cuando no hace caso de las acciones de esa mujer". Y repuso la otra: "¿Pero qué dices? ¿Puede sospechar siquiera nuestro amo lo que hace ella? ¿Crees que la dejaría en libertad de obrar así? Has de saber que esa pérfida pone siempre algo en la copa en que bebe nuestro amo todas las noches antes de acostarse. Le echa banj y le hace dormir con eso. En tal estado, no puede saber lo que ocurre, ni a dónde va ella, ni lo que hace. Entonces, después de darle a beber el banj, se viste y se va, dejándole solo, y no vuelve hasta el amanecer. Cuando regresa, le quema una cosa debajo de la nariz para que la huela, y así despierta nuestro amo de su sueño".

Fragmento de la Historia del joven encantado y de los peces, perteneciente a Las mil y una noches.
El 22 de marzo de 1832 fallecía Johann Wolfgang von Goethe

martes, marzo 20, 2007

Ovidio

Dioses de mar y cielo, ¿qué me resta sino acudir a los votos? No acabéis de destrozar mi nave quebrantada, ni confirméis, os lo suplico, la cólera del gran César. Contra la persecución de un Dios, otro nos presta muchas veces auxilio. Vulcano se declaró contra Troya, y Apolo la defendía. Venus era favorable a los Teucros, y Minerva su enemiga. La hija de Saturno aborrecía a Eneas y fue la defensora de Turno; pero aquél vivía incólume gracias a la protección de Venus. Neptuno, furibundo, acometió cien veces al cauto Ulises, y otras tantas Minerva salvó al hermano de su padre. Aunque a larga distancia de la grandeza de estos héroes, ¿quién impedirá que una divinidad nos defienda de las iras de otra? ¡Ay mísero!, piérdense en el vacío mis inútiles plegarias, y olas imponentes cierran la boca del que las profiere. El airado Noto dispersa las palabras y no permite que mis preces lleguen a los dioses a quienes van dirigidas; así los mismos vientos, como si un suplicio no bastase a destruirme, se llevan, yo no sé adónde, mis velas y mis votos.
¡Oh trance fatal, cuántos montes de agua se levantan contra mí! Diríase que amenazan a los astros del cielo. ¡Qué profundos valles entre las ondas que se rompen y hienden! Creyérase que van a descubrir los abismos del Tártaro. Adondequiera que vuelvas los ojos no verás sino mar y cielo: el uno hinchado con las olas, el otro amenazador con las nubes, y entre mar y cielo se desencadenan los vientos huracanados, y las ondas no saben a qué dueño obedecer; porque ya el Euro se precipita impetuoso desde el purpúreo Oriente, ya sopla el blando Céfiro de la parte occidental, ya el helado Bóreas desciende del árido Septentrión, ya el Noto le sale al encuentro por la parte contraria. El piloto, indeciso, no sabe qué rumbo seguir o evitar, y su arte vacila, recelando peligros por doquier. No hay duda, aquí perecemos, es vana la esperanza de salvación; mientras hablo, un golpe de mar me inunda el semblante, me quita el aliento y recibo por la boca, que implora al cielo en vano, las espumas salobres que pretenden ahogarme. Mi fiel esposa no se conduele más que de verme desterrado; es el único de mis trabajos que conoce y llora.

Fragmento de Las tristes, de Publio Ovidio Nasón, nacido el 20 de marzo del año 43 aC.
El 20 de marzo de 1770 nacía Friedrich Hölderlin
El 20 de marzo de 1828 nacía Henrik Ibsen
El 20 de marzo de 1953 nacía Alicia Kozameh
Hoy hace cuatro años del Día de la vergüenza

lunes, marzo 19, 2007

Philip Roth

Sé que, en defensa de sus acciones en aquel caso, Satanás os ha descrito con minuciosos detalles todos los sufrimientos que impuso al bueno de Job. Y no voy a deciros que no lo atormentase hasta el máximo. No trataré de menospreciar en mi favor todo lo que les hizo a las ovejas y a los servidores de Job, ni las horribles llagas con que lo cubrió desde la cabeza hasta los pies. Es indudable que el programa de dolor y de castigo ideado por Satanás fue el adecuado en aquellas circunstancias.
Sin embargo, cuando han pasado miles de años desde aquellos sucesos, queda todavía una pregunta en el aire: ¿Bajo qué auspicios y en beneficio de quién se ideó aquel programa? ¿Bajo los auspicios del Infierno? ¿En beneficio de la causa del Mal?
Hermanos Caídos, la respuesta es: No. Lamento decir que, si leéis el relato como yo lo he leído, descubriréis que fue bajo los auspicios del Cielo y en beneficio de la Justicia como vuestro Demonio concibió y ejecutó el programa de pérdidas sin ganancias de Job, un programa, dicho sea de paso, que ocasionó cuantiosos gastos. Lamento decir que, si leéis el relato, veréis que vuestro propio Demonio recibió órdenes nada menos que del propio Señor Dios.

Fragmento de la novela La Pandilla, de Philip Roth, nacido el 19 de marzo de 1933.
El 19 de marzo de 1999 fallecía José Agustín Goytisolo

domingo, marzo 18, 2007

Sergio Pitol

En una ocasión, pasamos una mañana, que recuerdo como una de las más portentosas de mi vida, en casa de Víktor Sklovski, donde él, con sus más de ochenta años, nos habló apasionadamente del libro que escribía en esos días, La energía del error, "el que más me ha interesado escribir, y más placer me ha dado", nos dijo, y luego nos habló largamente de la mañana del día en que murió Tolstoi, cuando él era estudiante en Petersburgo. Se había dado órdenes a la prensa de no publicar nada, ni una sola línea, de esa muerte en los periódicos. Sklovski salió del portal de su casa y de pronto vio desaparecer a la gente, los negocios se cerraron en cosa de segundos, los coches de caballos se detuvieron. Hubo un silencio majestuoso, sagrado, como si el mundo hubiera muerto, como si el globo terrestre se hubiera detenido en su camino, y luego, de repente, por todas partes apareció una multitud desolada que lloraba, enferma de dolor, huérfana porque su Padre la había abandonado. Las iglesias habían cerrado las puertas para que nadie entrara en ellas; a Tolstoi lo habían excomulgado muchos años atrás. Pero la multitud las rodeaba, las ahogaba, las convertía en algo trivial ante el roble que había caído, la tierra había muerto, y Rusia lloraba. La visita a Sklovski es uno de los momentos más intensos, más líricos, más emocionantes que pueda recordar. Mucho tiempo después, en dos ocasiones, al hablar de Tolstoi ante mis alumnos, empecé a repetir las palabras de Sklovski, pero no pude terminarlas. Se me nublaron los ojos, se me rompió la voz y tuve que sacar el pañuelo y fingir que me sonaba, carraspear, echándole la culpa a un resfrío, a una alergia, porque me parecía grotesco anunciarles que había muerto el escritor ruso y ponerme a llorar.

Fragmento de El viaje, de Sergio Pitol, nacido el 18 de marzo de 1933.
El 18 de marzo de 1842 nacía Stéphane Mallarmé
El 18 de marzo de 1911 nacía Gabriel Celaya

sábado, marzo 17, 2007

William Gibson

Los ojos de unas prostitutas rusas lo siguieron desde las mesas de delante del bar, inexpresivas como muñecas en aquella luz de coleóptero. Las Natachas estaban en todas partes, muchachas trabajadoras enviadas desde Vladivostok por el Kombinat. Una cirugía plástica rutinaria les había impuesto la belleza dura de una línea de montaje. Barbies eslavas. Una operación más simple les había implantado un dispositivo de rastreo, para beneficio de los traficantes.
La escalera conducía a La Colonia Penitenciaria, una discoteca desierta a esa hora; unos pulsos de silenciosa iluminación roja marcaban los pasos de Laney a través de la pista de baile. Del techo colgaba una máquina extraña. Cada uno de los brazos articulados, que recordaban un anticuado equipo dental, terminaba en unas puntas de acero afilado. Plumas, pensó, que recuerdan vagamente el relato de Kafka. Sentencia de culpabilidad, grabada en la espalda desnuda del condenado. El molesto recuerdo de los ojos en blanco que no veían. Tiró de la máquina hacia abajo. Se adelantó.
Una segunda escalera, estrecha, más empinada, y entro en El Proceso, de techo bajo y oscuro. Paredes color antracita. Unas llamas pequeñas se movían detrás del cristal azul. Vaciló, envuelto en oscuridad, y dio un paso atrás.

Fragmento de la novela Idoru, de William Gibson, nacido el 17 de marzo de 1948.
El 17 de marzo de 1920 nacía Olga Orozco
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viernes, marzo 16, 2007

Francisco Ayala

También correspondió al inefable Ruiz Abarca la iniciativa en la más famosa de cuantas farsas y pantomimas se desplegaron por entonces. Abarca es, en verdad, un tipo extraordinario: lo reconozco, aunque yo no pueda tragarlo; a mí, los bárbaros me revientan. Siempre tiene él que estar en actividad, de un modo u otro, y nunca para desempeñar un papel demasiado airoso. Esta vez la cosa era hasta repugnante. Existe por acá la creencia, cuyo posible fundamento ignoro, de que para ciertas festividades que, poco más o menos, coinciden con nuestras navidades, acostumbran los indígenas sacrificar y asar un mono, consumiéndolo con solemne fruición. Los sabedores afirman, muy importantes, que eso es un vestigio de antropofagia, y que estos pobres negros devoraban carne humana antes de fundarse la colonia; actualmente se reducían, por temor, a esos supuestos banquetes rituales que, a decir verdad, nadie había presenciado, pero de los que volvía a hablarse cada año hacia las mismas fechas, con aportación a veces de testimonios indirectos o de indicios tales como haberse encontrado huesos mondos y chupados, «parecidos a los de niño, que no pueden confundirse ni con los de un conejo ni con los del lechón». También pertenecía a la leyenda el aserto siguiente: que un solo blanco, Martín, conocía de veras los repugnantes festines y participaba en ellos. Se contaba que en cierta oportunidad, sin prevenirlo, le habían dado a probar del insólito asado, y como hallara sabrosa la carne, le aclararon su procedencia; él, sin dejar de balancearse en la hamaca, había seguido mordisqueando con aire reflexivo la presa, y de este modo ingresó, casi de rondón, en la cofradía. Al infeliz Martín le colgaban siempre todas las extravagancias; era su sino... Pues bien, este año salió a relucir, como todos, la consabida patraña, y a propósito de ella se repitieron los cuentos habituales; unos, dramáticos: la desaparición de una criatura de cinco años que cierto marinero tuvo la imprudencia de traerse consigo; y otros, divertidos: el obsequio que al primer gobernador de la colonia, hace ya muchísimos años, le ofreció el reyezuelo negro, presentándole ingenuamente un mono al horno, cruzados los brazos sobre el pecho como niño en sarcófago. Volvieron a oírse las opiniones sesudas: que toda esta alharaca no era sino prejuicios, pues bien comemos sin extrañeza de nadie animales mucho más inmundos, ranas, caracoles, los propios cerdos, etc.; se discutió, se celebraron las salidas ingeniosas de siempre, se rieron los mismos chistes necios. Y fue en el curso de una de tales conversaciones cuando surgió la famosa apuesta entre el inspector Abarca y el secretario de Gobierno sobre si aquél sería capaz o no de comer carne de mono.

Fragmento del relato Historia de macacos, de Francisco Ayala, nacido el 16 de marzo de 1906.
El 16 de marzo de 1892 nacía César Vallejo
El 16 de marzo de 1940 fallecía Selma Lagerlöf

jueves, marzo 15, 2007

La ventana en la buhardilla

La casa estaba más o menos como la había dejado. No concordaba con el paisaje de Nueva Inglaterra, ya que a pesar de las huellas del pasado en sus cimientos de piedra y en los troncos, lo mismo que en la chimenea, había sido tan renovada que parecía fruto de varias generaciones. La mayor parte de estas reformas las había hecho Wilbur para su mayor comodidad, pero había un cambio que me causó extrañeza, y del que Wilbur nunca había dado ninguna explicación: era la instalación en la zona sur de la buhardilla, de una gran ventana redonda, con un curioso cristal opaco, del que simplemente había dicho que era una antigüedad muy valiosa, descubierta y adquirida durante su estancia en Asia.
Se refirió a ella en una ocasión como «el cristal de Leng» y en otra habló de que «su origen posiblemente se deba a las Híadas». Ninguna de las dos referencias me aclaraba nada, pero, si he de ser sincero, tampoco estos caprichos de mi primo me interesaban lo suficiente como para averiguar más.
Pronto deseé, sin embargo, haberlo hecho. En seguida descubrí, una vez instalado en la casa, que toda la vida de mi primo parecía desenvolverse, no en las habitaciones centrales del piso de abajo, como sería de esperar, puesto que eran las más acondicionadas en cuanto a comodidades, sino en torno al cuarto abuhardillado. Aquí era donde tenía sus pipas, sus libros favoritos, sus discos, y los muebles más cómodos. Era también aquí donde trabajaba, donde estudiaba los manuscritos relacionados con su profesión y donde le sorprendió -mientras consultaba unos volúmenes de la Biblioteca de la Universidad de Miskatonic- la enfermedad coronaria que acabó con su vida.

Fragmento de la narración La ventana en la buhardilla, de August Derleth y HP Lovecraft (fallecido el 15 de marzo de 1937).
El 15 de marzo de 1916 nacía Blas de Otero
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miércoles, marzo 14, 2007

Algernon Blackwood

Las montañas eran para Limasson, en cierto inexplicable sentido, casi una pasión, y la escalada le reportaba un placer tan intenso que un escalador normal apenas lo habría comprendido. Para él, era serio como una especie de culto; los preparativos para la ascensión, la ascensión misma sobre todo, requerían una concentración que parecía simbólica como un ritual. No sólo amaba las alturas, la imponente grandiosidad, el esplendor de las vastas proporciones recortadas en el espacio, sino que lo hacía con un respeto que rayaba en el temor. La emoción que las montañas despertaban en él, podría decirse, era de esa clase profunda, incalculable, que emparentaba con sus sentimientos religiosos, aunque estuviesen estos realizados a medias. Sus dioses tenían sus tronos invisibles entre las imponentes y terribles cumbres. Se preparaba para esa práctica anual de montañismo con la misma seriedad con que un santo podría acercarse a una ceremoia solemne de su iglesia.
Y discurría con gran energía el caudal de su mente en esa dirección, cuando le aconteció, casi la víspera misma de su marcha, una serie ininterrumpida de desgracias que sacudieron su ser hasta sus últimos cimientos, dejándole anonadado entre las ruinas.

Fragmento de la narración El sacrificio, de Algernon Blackwood, nacido el 14 de marzo de 1869.
El 14 de marzo de 1868 nacía Máximo Gorki
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