En el ático, rabí Leib encontró los sacos de arcilla y se puso a esculpir una figura de hombre. Para esculpirla no usaba cincel, sino los dedos. Amasaba la arcilla como si fuera masa de pan. Trabajaba a toda velocidad; al mismo tiempo rezaba para que lo que estaba haciendo saliera bien. Todo el día estuvo rabí Leib atareado en el ático, y, cuando llegó la hora de las oraciones de la tarde, lo que había en el suelo era una forma descomunal de hombre, con una cabeza muy grande, anchos hombros y manos y pies enormes: un coloso de barro. El rabino lo contempló con asombro. Jamás hubiera logrado tal cosa sin la ayuda de la Providencia Todopoderosa y Particular. El rabino había tomado consigo el devocionario donde su santo visitante había escrito el nombre de Dios. Rabí Leib lo grabó en la frente del gólem, con letras hebreas tan pequeñas que sólo él mismo pudiera distinguirlas. Inmediatamente, la figura de arcilla empezó a dar señales de vida.
El gólem comenzó a mover los brazos y las piernas y trató de alzar la cabeza. Pero el rabino había tenido cuidado de no grabar el Santo Nombre entero; omitió una pequeña parte de la última letra que era un «alef», para que el gólem no empezara a actuar mientras no estuviera vestido. Como el rabino sabía que los fieles de la comunidad se extrañarían de que no estuviera en la sinagoga para decir las oraciones de la tarde, decidió dejar allí el gólem sin terminar y empezó a bajar los estrechos peldaños.
Fragmento de Golem, el coloso de barro, de Isaac Bashevis Singer, oficialmente nacido el 14 de julio de 1904.
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