jueves, julio 06, 2006

Santuario

Temple vio el árbol que cegaba el camino, pero no hizo otra cosa que prepararse para lo inevitable. Tuvo la impresión de que se trataba del lógico y desastroso final de la serie de circunstancias en que se había visto envuelta. Siguió inmóvil, con el cuerpo en tensión, contemplando cómo Gowan, con la mirada fija al parecer en lo que tenía delante, se lanzaba contra el árbol a veinte millas por hora. El coche chocó, salió despedido hacia atrás, volvió a embestir el árbol y cayó de lado.
Temple sintió que salía despedida por el aire, llevándose consigo un hombro insensibilizado por el golpe y la imagen de dos individuos que atisbaban entre la cortina de cañas al borde del camino. Se incorporó como pudo, mirando hacia atrás, y los vio avanzar, uno de ellos con un traje negro muy ceñido y sombrero de paja, fumando un cigarrillo, y el otro destocado, con mono, empuñando una escopeta y el barbado rostro distendido en una lenta expresión de asombro boquiabierto. Sin dejar de correr, Temple notó que sus huesos se licuaban y cayó de bruces, todavía corriendo.

Sin detenerse, giró muy de prisa y se incorporó, la boca abierta en un gemido inaudible, totalmente sin aliento. El hombre del mono seguía mirándola, con la boca abierta en inocente asombro, dentro de una suave barba recortada. El otro hombre se inclinaba sobre el coche volcado, con la ceñida chaqueta formándole crestas sobre los hombros. Luego el motor se detuvo, aunque la rueda delantera que había quedado en el aire siguiera girando, perezosa, cada vez más lentamente.


Fragmento de la novela Santuario, de William Faulkner, fallecido el 6 de julio de 1962.
El 6 de julio de 1893 fallecía Guy de Maupassant

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