sábado, enero 28, 2006

La Catedral

Detrás de las águilas venían las aves de corral. Después de los prelados de morrión de hierro y cota de malla desfilaban los prelados ricos y fastuosos, que no reñían otros combates que los de los pleitos, litigando con villas, gremios y particulares, para mantener la inmensa fortuna amasada por sus antecesores. Los que eran generosos como Tavera levantaban palacios y protegían al Greco, a Berruguete y otros artistas, creando en Toledo un Renacimiento, eco del de Italia; los avarientos como Quiroga reducían los gastos de la fastuosa iglesia para convertirse en prestamistas de los reyes, dando millones de ducados a aquellos monarcas austriacos en cuyos inmensos dominios no se ponía el sol, pero que se veían obligados a mendigar apenas retrasaban su viaje los galeones de América.
La catedral era obra de sus príncipes eclesiásticos. Todos habían puesto en ella algo que revelaba su carácter. Los más rudos y guerreadores, el armazón, la montaña de piedra y el bosque de madera que formaban su osamenta; los más cultos, elevados a la sede en época de refinamiento, las verjas de menuda labor, las portadas de pétreo encaje, los cuadros, las joyas que convertían en tesoro su sacristía. La gestación de la giganta había durado cerca de tres siglos. Era como los animales enormes de la época prehistórica, durmiendo largos años en el vientre materno antes de salir a luz.
Cuando sus pilastras y muros surgieron del suelo, el arte gótico aún estaba en su primera época.

Fragmento de la novela La Catedral, de Vicente Blasco Ibáñez, (29 de enero de 1867 - 28 de enero de 1928)

El establo de Eva (Cuento de Blasco Ibáñez)

El 28 de enero de 1853 nació en La Habana el poeta José Martí.
El 28 de enero de 2004 en
Al_Andar...

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