En una modesta pensión de la Riviera, donde residía, diez años antes de la guerra, estalló en la mesa una violenta discusión que, exacerbando de pronto los ánimos, estuvo a punto de degenerar en reyerta furiosa.
La mayoría de los hombres tienen escasa imaginación. Todo lo que no los afecta de inmediato y directamente, no hiere sus sentidos, cual dura y afilada cuña, casi no logra excitarlos; mas si un día ante sus ojos acontece algo insignificante, inmediatamente estallan apasionados. Entonces la apatía se convierte en frenética vehemencia.
Esto ocurrió entre las personas aburguesadas que se sentaban a nuestra mesa, donde por lo común nos entregábamos a pequeñas charlas insustanciales, para separarnos en cuanto terminaba la comida. El matrimonio alemán tornaba a sus paseos y a sus fotografías, el danés apacible a su aburrida pesca, la respetable dama inglesa a sus libros, el matrimonio italiano escapaba a Montecarlo y yo, perezosamente, me hundía en una silla del járdín o volvía a mis trabajos.
Fragmento de la novela 24 horas en la vida de una mujer, del escritor austriaco Stefan Zweig, fallecido el 22 de febrero de 1942.
La estrella sobre el bosque (cuento de Stefan Zweig), en Ciudad Seva.
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