Utopía
Así, después de muchas jornadas, hallaron ciudades y Repúblicas llenas de gente y gobernadas por muy justas leyes. Bajo la línea equinoccial, y a ambos lados de la misma, hasta donde llega el sol en su carrera, hállanse los vastos desiertos, abrasados y secos por razón del perenne e insufrible calor. Allí, todas las cosas son feas, espantosas, aborrecibles, y no gusta mirarlas. Viven fieras y serpientes y algunos hombres no menos crueles, feroces y salvajes que aquéllas. Mas algo más allá todas las cosas empiezan a hacerse más agradables poco a poco; el aire es suave y templado, el suelo está cubierto de verde hierba y son menos feroces las bestias. Y por fin vuelven a hallarse gentes y ciudades que hacen continuamente el tráfico de mercaderías, tanto por mar como por tierra, no solamente entre ellos y con las comarcas vecinas, sino también con los mercaderes de los países remotos. Tuvo ocasión de ir a muchos países, pues todas las naves que estaban prestas a hacerse a la vela recibían con agrado a Hytlodeo y a sus compañeros. Las primeras naves que vieron teman ancha y plana la carena; las velas estaban hechas de papiros o de mimbres y aun a veces de cuero. Después las hallaron con velas de cáñamo y las quillas terminadas en punta; finalmente hallaron otras en todo semejante a las nuestras.
Los marinos eran también muy diestros y hábiles; sabían bien las cosas del mar y las del cielo. Rafael ganó su amistad enseñándoles el uso de la aguja magnética, que desconocían hasta entonces, pues eran temerosos del mar, en el cual sólo se arriesgaban durante el estío. Fragmento de
Utopía, de
Thomas More, que nació en
Londres el 7 de febrero de 1478.
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