sábado, febrero 18, 2006

Toni Morrison

En ese tren, mientras avanzaban lentamente hacia Cincinnati, Nel tomó la decisión de mantenerse en guardia... siempre. Quería tener la seguridad de que ningún hombre la miraría jamás de ese modo. Que ningún par de ojos de medianoche ni ninguna piel jaspeada la insultarían jamás transformándola en gelatina.
Estuvieron viajando durante dos días: dos días en que contemplaron la transformación de la cellisca en lluvia y luego en purpúreas puestas de sol, y una noche acurrucadas sobre los bancos de madera (las cabezas recostadas sobre los abrigos doblados), procurando no oír los ronquidos de los soldados. Cuando cambiaron de tren en Birmingham para el último trecho del viaje, se dieron cuenta del lujo con el que habían viajado en Kentucky y Tennessee, donde todas las estaciones estaban provistas de lavabos para las gentes de color. A partir de Birmingham no encontraron ni uno. Helene tenía la cara tensa por la necesidad y su malestar llegó a ser tan intenso que finalmente se decidió a comentarle su problema a una mujer negra con cuatro criaturas que habían subido en Tuscaloosa.

Fragmento de la novela Sula, de Toni Morrison, que nació el 18 de febrero de 1931 en Lorain (Ohio).

El 18 de febrero de 1938 fallecía Leopoldo Lugones
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