Jensine paseó la mirada por la habitación. Era pobre; carecía de muebles y tenía un par de estampas religiosas clavadas en la pared. Extrañamente, tuvo la impresión de haber vuelto a casa. Un hombre honrado, tratado con dureza por el destino, había pasado largos años en este cuchitril. Era un sitio donde se trabajaba, se soportaban con paciencia las preocupaciones y se afanaba uno por el pan de cada día. Jensine estaba tan cerca todavía de sus libros de colegio que los recordaba todos; y ahora empezó a pensar en lo que había leído sobre los peces de las profundidades, tan acostumbrados a soportar el peso de miles de brazas de agua que si saliesen a la superficie reventarían. ¿Era ella, se preguntó, un pez de las profundidades que sólo se sentía a gusto bajo la presión de la existencia? ¿Y su padre, su abuelo, y sus antecesores, lo habían sido también? ¿Qué debía hacer un pez de las profundidades, siguió pensando, si se casaba con uno de esos salmones que había visto saltar en las cascadas? ¿O con un pez volador? Se despidió del zapatero y se fue.
Fragmento del relato Las perlas, de Karen Blixen (Isak Dinesen), fallecida el 7 de septiembre de 1962.
No hay comentarios:
Publicar un comentario