jueves, junio 01, 2006

Hugh Walpole

Cuando la miré, surgió dentro de mi una alegría tan grande que no pude tener conciencia de ningún otro sentimiento.
Y aquí debo intercalar esto: que a través de todos los incidentes que siguieron, horribles, burlescos, aterrorizantes o hermosos, mi propio sentimiento fue principalmente de felicidad. Si esta crónica no trata de la muerte y de la anticipación de la muerte tan seriamente como debiera, lo siento, y me disculpo, pero el hecho es que, a través de esa noche increíble, la muerte me parecía completamente sin importancia tal como me había sucedido en ciertos grandes momentos de la guerra.
Pero como verán, no parecía desprovista de importancia para Hench, por ejemplo, y ni por un momento para Pengelly.
En realidad, la forma en que su inminencia actuó sobre todos nosotros de diferente modo es uno de los motivos de esta narración. Por mi parte sólo puedo decir que desde el instante en que encontré nuevamente a Hellen hasta el último momento enloquecido entre los techos y las chimeneas, aunque experimenté también muchas otras emociones, la principal fue la de sobrecogedora, casi triunfal felicidad...

Fragmento de la novela En la plaza oscura, de Hugh Walpole, fallecido el 1 de junio de 1941.
El 1 de junio de 1936 fallecía Francisco Grandmontagne

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