Una de las particularidades del valle del Issa es que en él viven más demonios que en otros lugares. Es posible que los sauces carcomidos, los molinos y la maleza de las orillas sean especialmente acogedores para estos seres que se aparecen tan sólo cuando ellos lo desean. Los que lo han visto dicen que el demonio es más bien pequeño, del tamaño de un niño de nueve años, que lleva un frac verde, chorrera, el pelo recogido, medias blancas y que, con la ayuda de unos zapatos de tacón alto, procura ocultar las pezuñas, de las que se avergüenza. Hay que aceptar estas explicaciones con cierta reserva. ¿Quién sabe si los demonios, conocedores de la supersticiosa admiración de la gente por los alemanes -hombres expertos en comercio, investigación y ciencia-, no tratarán de darse importancia vistiéndose como Emmanuel Kant, de Koenigsberg? No en vano, junto al Issa, al que posee una fuerza impura se le llama también el "alemancillo", dando a entender con ello que el demonio es un aliado del progreso. De todos modos, cuesta creer que pudieran vestirse así cada día.Fragmento de la novela
El valle del Issa, del escritor polaco
Czeslaw Milosz, nacido el 30 de junio de 1911.
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