lunes, junio 05, 2006

O Henry

Entre las ventanas de aquella habitación había un alto espejo de pared. Quizá haya visto usted un espejo de pared en un apartamento de ocho dólares. Observando su imagen en una rápida sucesión de bandas longitudinales, una persona muy delgada y muy ágil puede tener una visión bastante exacta de su aspecto. Y, como Delia era esbelta, había conseguido dominar ese arte.
De pronto, se alejó de la ventana y se detuvo ante el espejo. Sus ojos brillaban, pero su cara se puso pálida a los veinte segundos. Con un gesto veloz, Delia se soltó el pelo y lo dejó caer cuan largo era.
Bueno, es necesario aclarar ya que Jaime Dillingham Young y su mujer se enorgullecían de dos cosas: del reloj de oro de Jim, heredado de su padre y de su abuelo, y de la mata de pelo de ella. Si la misma reina de Saba hubiera vivido enfrente, en el apartamento del otro lado de la escalera, Delia habría podido dejar colgar alguna vez su cabellera por la ventana, tanto para secarla como para demostrar a su majestad que le traían sin cuidado joyas y presentes.

Fragmento del relato El regalo, de William Sydney Porter (O. Henry) fallecido el 5 de junio de 1910
El sueño, un cuento de O. Henry
El 5 de junio de 1898 nacía Federico García Lorca
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