domingo, agosto 27, 2006

Cesare Pavese

Por la noche, al volver a casa, me ponía a fumar en la ventana. Uno se hace la ilusión de favorecer de este modo la meditación, pero la verdad es que fumando los pensamientos se dispersan como niebla, y a lo sumo se fantasea, cosa muy diferente del pensar. Los hallazgos, los descubrimientos, en cambio, llegan inesperados: en la mesa, nadando en el mar, charlando de cualquier otra cosa. Doro sabía de mi costumbre de abstraerme por un instante en lo más vivo de una conversación para perseguir con los ojos una idea imprevista. También él hacía lo mismo, y en el pasado habíamos caminado mucho juntos, rumiando cada cual en silencio. Pero ahora sus silencios -como los míos- me parecían distraídos, enajenados, en suma insólitos. Llevaba en el mar no muchos días, y me parecía un siglo. Y sin embargo, no había ocurrido nada. Pero por la noche, al volver a casa, tenía la sensación de que todo el día transcurrido -un trivial día de playa- esperaba de mí quién sabe qué esfuerzo de claridad para no quedarme en ayunas.

Fragmento de la novela La playa, de Cesare Pavese, fallecido el 27 de agosto de 1950.
El 27 de agosto de 1635 fallecía Lope de Vega
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