viernes, agosto 04, 2006

Knut Hamsun

Decididamente, no había para mí otro refugio que el bosque. ¡Si la tierra no estuviera tan húmeda! Acariciaba mi colcha, familiarizándome cada vez más con la idea de cubrirme con ella. Di tantas vueltas en busca de un albergue en la población, que estaba transido de fatiga. Era un verdadero goce abandonar la partida, retirarme del combate y de aquel callejeo sin una idea en la cabeza. Di una vuelta hasta el reloj de la Universidad, y al ver que eran más de las diez, emprendí el camino hacia las afueras. En lo alto de Haegde, me paré ante un almacén de comestibles, que estaban expuestos como muestra. Un gato dormía junto a un redondo pan blanco; detrás había un barreño con manteca de cerdo y algunos botes de sémola. Contemplé un rato aquellos alimentos; pero como no tenía con qué comprarlos, me volví y continué mi camino. Andaba muy despacio, caminé horas y horas y acabé por llegar al bosque de Bogstad.
Allí abandoné el camino y me senté a descansar. Recogí un poco de brezo y algunas ramas de enebro y me hice un lecho en una ladera casi seca. Abrí mi paquete y saqué la colcha. Fatigado, rendido por la larga caminata, me acosté inmediatamente, me agité y me revolví muchas veces antes de encontrar una buena postura. Mi oreja, herida por el trallazo del hombre de la carreta de heno, me dolía un poco, estaba ligeramente hinchada y no podía echarme sobre ella. Me quité los zapatos, los puse bajo mi cabeza, y encima de ellos el gran papel en que había envuelto la manta.
La oscuridad reinaba en torno a mí; todo estaba tranquilo, todo. Pero en las alturas zumbaba el eterno canto de la atmósfera, ese bordoneo lejano, sin modulaciones, que jamás se calla. Presté atención tanto tiempo a ese murmullo sin fin, a ese murmullo morboso, que comenzó a turbarme. Eran, sin duda, las sinfonías de los mundos girando en el espacio por encima de mí, las estrellas que entonaban un himno...

Fragmento de la novela Hambre, de Knut Hamsun, nacido el 4 de agosto de 1859.
El 4 de agosto de 1875 fallecía Hans Christian Andersen
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