martes, agosto 08, 2006

Jostein Gaarder

Una piedra rodó por un montículo y bajó a mucha velocidad por la vertiente entre los pinos. El bosque era tan tupido en ese lugar que Sofía apenas veía un par de metros entre los árboles.
De repente, vio algo que brillaba entre los troncos de los pinos. Tenía que ser una laguna.
El sendero iba en dirección contraria, pero Sofía se metió entre los árboles. No sabía exactamente por qué, pero sus pies la llevaban.
La laguna no era mucho mayor que un estadio de fútbol. Enfrente, al otro lado, descubrió una cabaña pintada de rojo en un pequeño claro del bosque, enmarcado por troncos blancos de abedul. Por la chimenea subía un humo fino.
Sofía se acercó hasta el borde del agua. Todo estaba muy mojado, pero pronto vio una barca de remos, que estaba medio varada en la orilla. Dentro de la barca había un par de remos.
Sofía miró a su alrededor. De todos modos, sería imposible rodear la laguna y llegar a la cabaña roja con los pies secos. Se acercó decidida a la barca y la empujo al agua.
Luego se metió dentro, colocó los remos en las horquillas y empezó a remar. Pronto alcanzó la otra orilla. Atracó e intentó llevarse la barca. Este terreno era mucho mas accidentado que la orilla que acababa de dejar.
Miró hacia atrás una sola vez, y se acercó a la cabaña.

Fragmento de la novela El mundo de Sofía, de Jostein Gaarder, nacido el 8 de agosto de 1952.
El 8 de agosto de 1919 nacía Óscar Hurtado
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