domingo, agosto 20, 2006

La ciudad sin nombre

Cuando me aproximé a la ciudad sin nombre, comprendí que estaba maldita. Recorría un valle terrible y reseco a la luz de la luna, y la vislumbré a lo lejos, resaltando de forma increíble sobre la arena, tal como los miembros de un cadáver podrían sobresalir de una tumba poco profunda. El miedo se albergaba en ese vetusto superviviente del diluvio, esa tatarabuela de la más antigua de las pirámides; y había un aura invisible que me rechazaba, instándome a renunciar a los antiguos y siniestros secretos que ningún hombre debe contemplar, y a los que ningún hombre había osado nunca acercarse.
La ciudad sin nombre se halla perdida en lo más profundo del desierto de Arabia, desmantelada y en ruinas, con sus bajos muros ocultos por las arenas de incalculables edades. Debía estar en tal estado ya antes de que colocasen la primera piedra de Menfis, y mientras los ladrillos de Babilonia estaban aún por cocer. No hay leyenda tan antigua como para recoger su nombre o recordar cuando aún estaba viva, pero se la menciona en susurros en torno a los fuegos de campamento y es mentada por las abuelas en las tiendas de los jeques, por lo que todas las tribus la evitan sin saber muy bien por qué.

Fragmento de La ciudad sin nombre, de Howard Phillips Lovecraft, nacido el 20 de agosto de 1890.
El 20 de agosto de 1901 nacía Salvatore Quasimodo
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