lunes, enero 15, 2007

Federico Gana

Sobre los surcos oscuros y los pantanos, vagaban todavía algunos tenues vapores; el aire adquiría una intensa claridad bajo las nubes espesas, y un soplo de extraña calma parecía adormecer todo el paisaje.
Después de pasar el estero, en un alto árido y pedregoso, divisé el cementerio del lugar. Por encima de las tapias ruinosas, entre viejos sauces y rosales, asomaban algunos mausoleos: enormes columnas truncadas teñidas de cal, ángeles de yeso, grandes cruces negras con adornos de papel blanco. ¡Pobres muestras de la vanidad lugareña!
En el corredor de la sucia y pobre casita del sepulturero, una mujer, embozada en un pañuelo rojo, soplaba el fuego, mientras sus hijos harapientos, con los pies desnudos, jugaban en el camino real.
Al dar vuelta un recodo, me vi detenido de improviso por una pequeña partida de hombres a caballo.
Era un entierro de pobres, en descanso.
Reconocí a algunos inquilinos de las haciendas vecinas.
Permanecían casi todos inmóviles sobre sus flacos caballejos, espoleados y sudorosos.

Fragmento de Días de campo, de Federico Gana, nacido en Santiago el 15 de enero de 1867.
El 15 de enero de 1622 fue bautizado Molière
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