¿Hacia dónde me llevas, oh, hechicera?
¿Hasta cuándo te seguiré por este camino escarpado, cubierto de espinas, que serpentea entre las piedras y lleva mis pies a la cumbre y mi alma conduce al abismo?
Seguiré la orla de tu vestido. Te seguiré como un niño sigue a su madre, olvidado de mis sueños, absorbido por tu belleza, distraído por las sombras que flotan sobre mi cabeza, atraído por la fuerza misteriosa que se esconde en tu cuerpo.
Detente un instante y déjame contemplar tu rostro. Mírame un momento; quizá descubra en tus ojos los secretós de tu corazón y, en tus facciones, los enigmas de tu alma.
Detente un instante, oh, hada. Estoy cansado de andar y mi alma teme a los peligros del camino. Detente. Ya alcanzamos la encrucijada donde la vida y la muerte se encuentran.
Y no daré un paso más hasta que mi alma no descubra las intenciones de tu alma y mi corazón discierna los secretos de tu corazón.
Oye, ¡oh, hada hechicera!
Yo era hasta ayer un pájaro libre que se movía entre los arroyos y flotaba en el espacio y, al atardecer, se posaba en los árboles y contemplaba los palacios y los templos de la ciudad y las nubes coloridas que el sol construyó en el crepúsculo y destruyó en el ocaso.
Yo era como el pensamiento, que recorre, solo, las tierras de Oriente y Occidente, alegre con las bellezas y las delicias de la vida y sondeando los secretos y misterios de la existencia.
Yo era como un sueño: caminaba en las tinieblas de la noche y entraba por las ventanas en las alcobas de las vírgenes adormecidas y jugaba con sus sentimientos. Después pasaba por los lechos de los jóvenes y excitaba sus deseos. Y me sentaba cerca de los viejos y analizaba sus pensamientos. Hoy, habiéndome encontrado, oh, hechicera, y habiendo absorbido el veneno de tus besos, me he transformado en prisionero que carga sus cadenas sin rumbo conocido. Y me transformé en borracho que clama por el vino que robó su voluntad y besa la mano que le dio bofetadas.
Detente un instante, oh, hechicera, ya recuperé mis fuerzas y quebré las cadenas que aprisionaban mis pies y derramé la copa en que bebía el veneno que me deleitaba. ¿Qué quieres que hagamos? ¿Qué camino quieres que caminemos?
Reconquisté mi libertad.
¿Me aceptarías como compañero libre, que mira el sol con párpados firmes y toma el fuego con dedos que no temen?
Abrí nuevamente mis alas. ¿Me aceptas como amigo que pasa los días entre montañas como el águila y las noches durmiendo en el desierto como un león?
¿Te satisfarás con el amor de un hombre para quien el amor es un comensal y no un dueño?
¿Aceptarás la pasión de un corazón que desea, mas no se entrega: y que quema, mas no se derrite?
¿Aceptarás un amigo que no esclaviza ni se deja esclavizar? He aquí, entonces, mi mano; tómala en tus hermosas manos. He aquí mi cuerpo, apriétalo con tus brazos suaves. He aquí mi boca, bésala largamente, profundamente, silenciosamente.
La hechicera, texto de Gibran Khalil Gibran, nacido el 6 de enero de 1883.
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