La hermosa ciudad de Granada fue durante mucho tiempo la residencia predilecta de los reyes de España. Pero una serie de terremotos que asoló la región y sacudió por entero el antiguo palacio morisco, atemorizó en tal forma a los reales personajes, que abandonaron precipitadamente tan peligroso lugar.
La Alhambra permaneció durante largos años en completo abandono. Los aposentos perdieron su brillo y los jardines su esplendor. La Torre de las Infantas, morada de las tres famosas princesas Zayda, Zorayda y Zorahayda, no escapaba al general descuido y se había convertido en el refugio de arañas, murciélagos y lechuzas.
Contribuía en mucho el hacerla inhabitable la antigua creencia de que la sombra de la bella Zorahayda, que había muerto en aquella Torre, solía verse, a la luz de la luna, reclinada en la fuente del saloncito o derramando amargas lágrimas junto a uno de los ventanales, mientras se oían dulces notas de un laúd.
Fragmento de la Leyenda de la rosa de la Alhambra, de Washington Irving, fallecido el 28 de noviembre de 1859.
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