Kosky es un hombre frenético. Su frenesí brota primariamente de su preocupación de cuatro décadas atrás por las palabras y las letras, más aún que por respirar. Los números enteros -tanto pares como nones- son formas de hablar para él. Y el habla -el habla en su significado de una expresión tan libre como el respirar- significa todo un mundo para él. No es extraño: aspirante a maestro de la tradición oral rutena y adepto al yoga tántrico, desde 1965 es norteamericano naturalizado. Además, el año 1966 vio la publicación de la edición no expurgada de su primera narración, acerca de una gateante niña pequeña gitana o judía durante la segunda guerra mundial. A fin de hacer este relato tan de ficción como fuera posible (por aquel entonces él mismo era un monstruoso impedido) se negó a incluir en la novela ninguna nota autobiográfica, excepto su nombre y apellido, y el nombre de Jerome (o Hyeronimus) Bosch (m.1516), el pintor cuyo Monstruo con un cesto, un fragmento de su tríptico El juicio final, fue reproducido en la portada del libro. Éste es el mismo Bosch que una vez pintó a Cristo como un pequeño niño gateante desnudo enteramente en grisaille, es decir, en blanco y negro.Fragmento de
El ermitaño de la calle 69, de
Jerzy Kosinski, fallecido el 3 de mayo de 1991.
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