domingo, diciembre 10, 2006

Jorge Semprún

Cuando acabe esta velada, cuando recuerde esta velada, en la que, de repente, el recuerdo agudo de aquel pasado tan bien olvidado, tan perfectamente hundido en mi memoria, me despertó del sueño que era mi vida, cuando intente contar esta confusa velada, atravesada de acontecimientos tal vez fútiles, pero repletos para mí de significado, advertiré que la joven alemana de ojos verdes, Sigrid, cobra un particular relieve en el relato, advertiré que Sigrid, insensiblemente, se convierte en mi relato en el eje de esta velada, y luego de toda la noche. Sigrid, en mi relato, cobrará un particular relieve quizá naturalmente porque es, intenta con todas sus fuerzas ser, el olvido de aquel pasado que no se puede olvidar, la voluntad de olvidar aquel pasado que nada podrá abolir jamás, pero que Sigrid rechaza, expulsa de sí misma, de su vida, de todas las vidas de su alrededor, con su felicidad de cada momento presente, su aguda certeza de existir, opuesta a la aguda certeza de la muerte que aquel pasado hace rezumar como una áspera resma tonificante. Quizás este relieve, este grabado a punta seca subrayando el personaje de Sigrid en el relato que tendré eventualmente que hacer de esta velada, esta repentina y obsesionante importancia de Sigrid sólo procede de la extrema y abrasadora tensión que ella personifica, entre el peso de aquel pasado y el olvido de aquel pasado, como si su rostro liso y lavado por siglos de lluvia lenta y nórdica, que lo han pulido y modelado suavemente, su rostro eternamente puro y lozano, su cuerpo exactamente adaptado al apetito de perfección juvenil que siempre tiembla en el fondo de cada cual, y que debería provocar en todos los hombres que tienen ojos para ver, es decir, ojos realmente abiertos, realmente dispuestos a dejarse invadir por la realidad de las cosas existentes, provocar en todos ellos una urgencia desesperada de posesión, como si aquel rostro y aquel cuerpo, reproducidos por decenas, quién sabe, de millares de veces por las revistas de moda, no estuvieran allí más que para hacer olvidar el cuerpo y el rostro de Use Koch, aquel cuerpo recto y rechoncho, rectamente plantado sobre piernas rectas, firmes, aquel rostro duro y preciso...

Fragmento de la novela El largo viaje, de Jorge Semprún, nacido el 10 de diciembre de 1923.
El 10 de diciembre de 1902 nacía Dulce María Loynaz
El 10 de diciembre de 1920 nacía Clarice Lispector

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