Blancas nubes flotan en el espacio azul celeste, proyectando sombra sobre un extenso prado verde donde las vacas pastan apaciblemente. No hay nada que indique de qué país se trata. En primer término un niño, montado en un caballo de madera, vuelve la cara hacia el lado izquierdo para contemplar el horizonte, con los ojos misteriosamente risueños. ¿Quién será el autor de este enorme cuadro? Estaba solo en la sala de espera; era la hora de la cita concertada con el médico hacía diez días. Sobre la mesa, en medio de la sala, había diversos periódicos y revistas; colgada en la esquina estaba la foto de una mujer, acusada de secuestrar a los niños. Se dio la vuelta para divertirse un poco con el cuadro del prado: el niño, las vacas, el horizonte... A pesar de que era un cuadro de escaso valor -aparte del decorativo marco de oropel- le agradaba el inquisitivo niño que jugaba y las apacibles vacas. Pero se sintió peor: le pesaban los párpados y el corazón le latía lentamente, mientras el niño miraba el horizonte unido al suelo, siempre unido al suelo, desde cualquier ángulo que lo miraras. ¡Qué cárcel infinita! ¿Y por qué ese caballo de madera? ¿Por qué las apacibles vacas?Fragmento de la novela
El mendigo, de
Naguib Mahfuz, nacido en
El Cairo el 11 de diciembre de 1911.
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