viernes, diciembre 01, 2006

La vorágine

Y allá van por entre la selva, con la ilusión de la libertad, llenos de risas y proyectos, adulando al guía y prometiéndole su amistad, su recuerdo, su gratitud. Lauro Coutinho ha cortado una hoja de palma y las conduce en alto, como un pendón; Souza Machado no quiere abandonar su bolón de goma, que pesa más de dieciocho kilos, con cuyo producto piensa adquirir durante dos noches las caricias de una mujer, que sea blanca y rubia y que trascienda a brandy y a rosas; el italiano Peggi habla de salir a cualquier ciudad para emplearse de cocinero en algún hotel donde abunden las sobras y las propinas; Coutinho, el mayor, quiere casarse con una moza que tenga rentas; el indio Venancio anhela dedicarse a labrar curiaras; Pedro Fajardo aspira a comprar un techo para hospedar a su madre ciega; don Clemente Silva sueña en hallar una sepultura. ¡Es la procesión de los infelices, cuyo camino parte de la miseria y llega a la muerte!
¿Y cuál era el rumbo que perseguían? El del río Curicuriarí. Por allí entrarían al Río Negro, setenta leguas arriba de Naranjal, y pasarían a Umarituba, a pedir amparo. El señor Castanheira Fontes era muy bueno. En aquel sitio el horizonte se les ampliaba. En caso de captura, era incuestionable la explicación; salían del monte derrotados por las tambochas. Que le preguntaran al capataz.
Al cuarto día de montaña principió la crisis: las provisiones escasearon y los fangales eran intérminos. Se detuvieron a descansar, y, despojándose de las blusas, las hacían jirones para envolverse las pantorrillas, atormentadas por las sanguijuelas. Souza Machado, generoso por la fatiga, a golpes de cuchillo dividió su bolón de goma en varios pedazos para obsequiar a sus compañeros.

Fragmento de La vorágine, de José Eustasio Rivera, fallecido el 1 de diciembre de 1928.
El 1 de diciembre de 1941 nacía Jesús Moncada
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