sábado, octubre 14, 2006

Katherine Mansfield

Dos veces había encontrado su camino hacia la gran verja que habían cruzado la noche anterior y había vuelto para remontar la avenida que conducía a la casa; pero ¡había tantos caminitos por todos lados! Estos caminos conducían todos a una maraña de árboles elevados y de matorrales extraños, de hojas planas de terciopelo y de flores crema, ligeras como plumas, donde zumbaban las moscas cuando se les sacudían. Había un lado terrorífico que no se parecía nada a un jardín con sus senderitos húmedos y arcillosos, atravesados por raíces de árboles parecidos a patas de grandes aves.
Por el otro lado, había una linde de boj muy alto y todos los senderos estaban también bordeados de boj, se hundían en una maraña de flores cada vez más profunda. Las camelias estaban en flor, blancas y carmesíes, rosas y blancas, estriadas con brillantes hojas. No se veían hojas en los arbustos de celinda; tantos racimos blancos tenían. Las rosas estaban abiertas; rosas pequeñas, blancas, para poner en el ojal, pero demasiado llenas de insectos para ponerlas bajo la nariz de cualquiera; rosas rosadas, perennes, con un cerco de pétalos sembrados alrededor de una mazorca; rosas dobles sobre gruesos tallos, rosas musgosas siempre en capullo; rosaleda espléndida, entrelazada ramo a ramo, de un rojo tan oscuro que parecía, al caer, convertirse en negro y una especie color crema, encantadora, de fino tallo y hojas brillantes, escarlata, había grupos de campanillas de hadas y toda suerte de geranios, un macizo de pelargonium con ojos de terciopelo y follaje de alas de mariposa nocturna.

Fragmento de la novela Preludio, de Katherine Mansfield, nacida el 14 de octubre de 1888.
El 14 de octubre de 1894 nacía Edward Estlin Cummings
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