Deambulando entre tanto Marcel, me invadió progresivamente cierto hastío con relación a los coches y a las cosas de este mundo. Desde que lo compre, el Peugeot 104 solo me había dado quebraderos de cabeza: reparaciones múltiples y poco comprensibles, choques leves…, claro que los otros conductores fingen estar relajados, sacan el formulario con amabilidad, dicen: “OK, de acuerdo”; pero en el fondo se lanzan miradas de odio; es muy desagradable.
Y además, pensándolo bien, yo iba al trabajo en metro; ya casi no salía los fines de semana, por falta de destino verosímil; en vacaciones optaba la mayoría de las veces por la formula de viaje organizado, y en alguna ocasión por la de club de vacaciones. “¿Para que quiero este coche? “, me repetía con impaciencia al enfilar la calle Emile-Landrin. Sin embargo, fue al desembocar en la avenida Ferdinand-Buisson cuando se me ocurrió la idea de denunciar un robo. En estos tiempos roban muchos coches, sobre todo en el extrarradio; seria fácil que la compañía de seguros y mis compañeros de trabajo entendieran y aceptaran la historia. Porque, ¿cómo iba a confesar que había perdido el coche? Enseguida me tomarían por gracioso, hasta por anormal o por gilipollas; era muy imprudente. No se admiten bromas sobre este tipo de temas; así se crea una reputación, se hacen y deshacen las amistades. Conozco la vida, estoy acostumbrado. Confesar que uno ha perdido el coche es casi excluirse del cuerpo social; decididamente, aleguemos un robo.
Fragmento de la novela Ampliación del campo de batalla, de Michel Houellebecq, nacido el 26 de febrero de 1958.
El 26 de febrero de 1802 nacía Victor Hugo
El 26 de febrero de 1905 fallecía Marcel Schwob
El 26 de febrero de 2001 fallecía Arturo Uslar Pietri
El 26 de febrero de 1905 fallecía Marcel Schwob
El 26 de febrero de 2001 fallecía Arturo Uslar Pietri
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