No había visto embarcarse a nadie que él conociese. Marchó a su camarote a través de unos pasillos carcelarios, pero por muy alegre que fuese el cubrecama de cretona, por hermosas que fueran las flores artificiales que le habían puesto y por muy bien barnizado que estuviera el armario, no era un lugar adecuado para vivir en él. Apenas cabía en tan reducido espacio. Y es que su impaciencia le hacía moverse demasiado. No creía poder aguantar allí hasta que el barco le depositara en la otra orilla al cabo de seis días.
Ya sabía lo que todos los exiliados —antes y después de Dante — han de aprender, quiéranlo o no: que en el mundo entero no hay más que unas pocas calles donde le dejen a uno vivir a gusto, y que si confesamos a un desconocido: «Me he decidido a explorar, conquistar y colonizar mi propia alma», bostezará y nos dirá: « ¿Ah, sí? Pero ¿por qué tiene usted que hacerlo precisamente aquí?»
Fragmento de la novela Este inmenso mundo, de Sinclair Lewis, nacido el 7 de febrero de 1885.
El 7 de febrero de 1478 nacía Thomas More
El 7 de febrero de 1812 nacía Charles Dickens
El 7 de febrero de 2003 fallecía Augusto Monterroso
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